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El “amor romántico” y la amistad…
Por la Dra. Verónica Arredondo

No estoy segura de que en mi paso por la escuela se me haya hablado del amor, mucho menos explicado qué significaba aquella palabra. Pero sí estoy segura que lo he estado reflexionando. Le doy vueltas al concepto, a la palabra, a su etimología, al punto de vista de la ciencia, de la cultura, de la economía, de la sociedad, acerca de lo que nos dice, lo que ocurre en la cabeza y el cuerpo cuando pretendemos entender el amor. No pretendo llegar a definiciones absolutas, ni “tirar netas” sobre nada, sin embargo creo que el amor engloba intereses de distintos caracteres, no solo sentimentales, no solo sexuales, no solo afectivos, que no cabrían dentro de ningún otro hiperónimo.

Supongo que cuando pensamos en el amor, nos acercamos a la idea del “amor romántico”, el cual define a un cúmulo de emociones placenteras y no, que conllevan la atracción hacia otra persona. Esta figura es la más difundida debido a que el contexto en el que nos desenvolvemos se ha encargado de construirla, pintarla, explicarla, escribirla, venderla y ponerla en los aparadores para que nos quede claro que esa es la norma y eso es lo que debemos de sentipensar cuando estemos frente a frente con el amor.

Y no voy a cuestionar el amor romántico porque no es mi objetivo ni tengo las palabras para hacerlo, pero sí creo que como necesidad, el amor es similar a otras necesidades que tenemos, psicológicas y fisiológicas, y que no es diferente a ellas.

¿Por qué digo que no es diferente a otras necesidades que tenemos? Socialmente, tenemos la necesidad de convivir e involucrarnos con nuestros semejantes, porque no somos ermitaños, y casi hasta el ermitaño más ermitaño se ha vacunado contra el coronavirus (busquen la nota, en el New York Times o en El País). A través de mis colaboraciones en este medio, he dicho que tenemos que trabajar como colectivo para vivir en una sociedad más justa, en donde las personas tengamos oportunidades de desarrollo, mujeres y hombres por igual, que nos lleven a sentirnos plenos y que nuestras capacidades, habilidades y conocimientos, se vean recompensadas con una vida más amable, más segura, más justa. Creo que tenemos la misma necesidad de ser amados y amar, que de tener un buen trabajo, oportunidades de estudio, de oficio, de servicios de salud y de ocio.

Nuestras necesidades fisiológicas, tampoco pueden imponerse a las necesidades sociales, psicológicas. Igual necesitamos comer que sentirnos queridos. Por eso digo que el amor no es un sentimiento superior a otro, y en la justa medida que lo comprendamos podremos reconocerlo y trabajar alrededor de ello. No es el amor romántico, lo que debemos de imponernos como meta, sino el reconocimiento de este, y cómo es que vamos a abordarlo.

Dice Cynthia Galicia, del Observatorio de Violencia Social y de Género de Aguascalientes: “El amor nos atraviesa en lo personal, en lo simbólico, en lo sexual. Está en la cultura, en la sociedad y en todos los aspectos de nuestras vidas. Si alguna vez han sentido que les duele el pecho, que el amor las deja sin respirar, es porque éste, con todos sus mitos y narrativas, constituye uno de los principales métodos de opresión para las mujeres. El amor es una práctica y estrategia política para la generización de los cuerpos, y por eso nos interesa.”

De acuerdo con distintos datos que cualquiera puede consultar en la red, el amor como lo conocemos se inventó en el siglo XII. Diversos textos de entonces, hablan de un amor cortés relacionado con el disfrute de un amor furtivo y secreto, un todo carnal, espiritual, emocional y sexual; prohibido y clandestino, ya que el amor no podía existir en el matrimonio, entre esposos.

¿Qué podemos inferir de esto? Que el matrimonio, su institución como fin del amor, en el siglo XII, tenía otro significado. Que el amor como lo conocemos actualmente, ha sido una construcción social que ha evolucionado a través de los siglos, y que por lo tanto, debe seguir evolucionando. No podemos quedarnos con una única idea, no debemos considerar que el amor es tal cosa y así debe de ser.

Para nuestro desarrollo como sociedad debemos conceptualizar el amor como un fenómeno que tiene que ser constantemente estudiado y cuestionado. Si queremos entender el amor como un convenio y relación que acontece entre dos personas, entonces hay que analizar el marco dentro del cual ocurre.

El amor romántico ha sido otra herramienta que ha permitido la sumisión, por ejemplo, de las mujeres. Está de más decirlo, pero el amor tiene tintes patriarcales y machistas. Una institución como el matrimonio está construida para que el hombre ejerza el poder contra la mujer, se vea por donde se vea, porque es la única unión que está reconocida cultural, social y económicamente.

Más allá de lo que el establishment y su parafernalia dicta en la celebración del amor, lo que ocurre cuando dos personas se aman, es un acto de invasión y conquista (como un país que conquista al otro), casi sin derechos ni obligaciones, que, además, extermina la libertad del individuo, comunmente, de las mujeres.

Coral Herrera, citada por Cyinthia Galicia, dice que “el amor es una experiencia en la que se puede intervenir, decidir, elegir, optar, características todas que tienen que ver con la libertad”. El amor es una cuestión política, donde las partes involucradas se reconocen como iguales, que negocian y deciden el camino que sentará las bases de su desarrollo. O eso es lo ideal, la vía por la cual deberíamos transitar.

Hace poco la mujer no era considerada ciudadana, por lo tanto carecía de derechos básicos. Por ende, la institución del matrimonio funcionaba, y funciona, para reclamarla como su propiedad. ¿Cómo puede existir el amor bajo esas circunstancias?, o, ¿qué tipo de amor puede llevarse a la práctica?

No podemos decir que el amor existe a pesar de todo, es falso. Podemos prometernos que construiremos el amor futuro con las bases que pensamos y queremos. Podemos decir que el amor como concepto hiperonimal, se encuentra en ciernes de edificarse. Lo podremos construir si primero formulamos una sociedad democrática, entre iguales, con las mismas oportunidades; librando la misoginia y el patriarcado. Las desigualdades que padecemos, la violencia entre la que vivimos, desde ahí, no puede surgir el amor, como queremos que sea, como queremos celebrarlo. Pero, creo que al menos, sabemos lo que queremos, y eso es un avance, quizá eso, todavía nos salve.

Y si el amor es diferente de la amistad, entonces podemos decir que hemos encontrado algún camino. Porque la amistad tiene más características de una relación entre iguales. La amistad, muchas veces no considera raza, ni credo, ni género, ni condición económica, ni simpatía política, ni apariencia física. En eso la llevamos de gane. Así podría comportarse el fenómeno del amor, sin pretender subyugar al otro.

Sería muy interesante, y hasta didáctico, hacer una lista de situaciones amorosas, de características, de humores, en el contexto de pareja, de expectativas, como si se tratara de la dirección de una sociedad. Eso serviría para saber qué estamos celebrando, qué queremos, qué nos lastima, por donde no debemos caminar.

Sí queremos el amor, y queremos un país donde podamos construirlo.