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Divagaciones de la Manzana
Totalmente Humano

Martha Chapa

A partir de la posrevolución, se iniciaba una nueva etapa en el desarrollo económico del país, y surgía a la vez una nueva clase empresarial.
En la segunda mitad del siglo pasado, empezaban a sonar apellidos como Trouyet, Espinosa Yglesias o Legorreta, a manera de un promisorio preámbulo de otros que vendrían a agregarse con más fuerza y presencia en lo que hoy conocemos como el mundo global.
Las revistas de negocios y temas económicos de aquella época recogían a tan grandes protagonistas y los daban a conocer más y mejor, dentro y fuera de nuestras fronteras, e incluso concebían listados de quienes poseían mayor riqueza, entre ellos, Slim, Larrea, Salinas o Bailleres.
Por eso hoy, con el lamentable deceso de Alberto Bailleres, se ha repasado no sólo su brillante trayectoria en el ámbito empresarial, sino también antecedentes familiares, en especial los de su padre, también un ameritado hombre de negocios en el campo de las finanzas.
Con él, se cierra o concluye toda una etapa de una generación de importantes empresarios con visión filantrópica, entre ellos Lorenzo Servitje o José Carral, ya fallecidos.
De Bailleres, habría entonces que resaltar no sólo su sólida formación de economista y con talento emprendedor, sino su sensibilidad, capacidad visionaria, a la vez que dotado de una evidente conciencia social.
Bien sabemos que apuntaló emporios como Peñoles en la industria minera, El Palacio de Hierro en el comercio, GNC en el campo de los seguros, o el ITAM en el ámbito de la educación superior, así como que guiado por su afición taurina, adquirió y administró tres ganaderías de toros bravos y hasta al frente los destinos de la legendaria Plaza México, icono de la ciudad de México.
Cómo no recordar su meritoria tarea que tantos beneficios nos aportaron, lo mismo en términos de la inversión de capital, innovación de tecnologías, formación de profesionales en el rubro económico y la generación de empleos, inclusive por qué no decirlo, en el rubro de la publicidad con aquel memorable lema de “Soy totalmente Palacio”.
Quedan ahora, al frente de ese consorcio que conlleva tantas responsabilidades financieras, económicas, y sociales, sus propios hijos, que en su conjunto conforman ya una dinastía que deseablemente debe seguir dando frutos, en bien de México.
Desde luego, el nombre de Alberto Bailleres permanecerá en términos de un ciudadano insigne y cuyos múltiples méritos lo llevaron a recibir justamente el elevado y prestigiado reconocimiento de la Medalla Belisario Domínguez, que otorga la República, entre otros otras distinciones que recibió en vida.
Un hombre al que bien podría aplicársele el emblema de “Totalmente humano”, porque su vida y obra comprueban sobradamente el predominio de sus cualidades y aciertos respecto a sus limitaciones, bien se trate de su inteligencia, calidad personal y compromiso hacia los demás.

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