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Divagaciones de la Manzana

Primero yo, luego nadie y…

Martha Chapa

El conflicto que se suscitó entre Julio Scherer Ibarra, quien fuera Consejero Jurídico de la Presidencia, y el propio Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, que sigue en funciones, no sólo prevalece hacia dentro y fuera del gobierno de López Obrador, sino que seguramente irá generando nuevas querellas y consecuencias.

Mucho se dijo, cuando Scherer dejó de ocupar ese cargo, que era el hombre más poderoso en el Gabinete de López Obrador, lo cual no fue así como lo comprueban los hechos que se han registrado, además de otras lecturas políticas que parten de su renuncia. Justamente su salida del gabinete demuestra que no tenía tal fuerza, pues de haberla tenido hubiera salido el Fiscal y no él.

Pero sobre todo ha quedado muy claro que López Obrador no permite que ese poder lo tenga alguien, pues es evidente que lo ha centralizado y acumulado sin compartirlo con nadie. Comportamiento que me recuerda aquella frase de un afamado torero español que solía decir: “Primero yo, luego nadie… y después muchos”.

No existe entonces para el Presidente, la condición de hombres fuertes, indispensables e intocables, por lo que cualquier cambio o movimiento institucional obedece a su propia conveniencia y fortalecimiento político. Si acaso, es una más de sus truculencias como bien lo saben algunos de sus colaboradores cercanos a él cuando era Jefe de Gobierno, acompañadas siempre de caprichos, ineptitud, engañifas e ingratitud, que tanto los desencantaron y ya no lo siguieron e incluso difirieron y hasta avizoraron un desastre mayor para el país, si llegaba a la Presidencia, tal como ocurrió y ahora lo comprobamos lamentablemente millones de mexicanos.

Otra de las preguntas o interrogantes que surgieron es porqué respaldó al Fiscal, más allá de la dignidad del Consejero Jurídico. La respuesta, solo el Presidente la sabe a cabalidad, pero en alguna medida también se fundamenta en que Scherer ocupaba un cargo por vía de la decisión del Presidente, en tanto que Gertz encabeza una posición que requirió de la aprobación previa del Senado, goza de autonomía (en la medida que sea), y con duración de ocho años, lo que hubiera complicado su remoción. Así, independientemente del andamiaje legal, pudo optar por el que menos daño o perjuicio podría causarle, al grado de que no han faltado quienes sostienen que el Presidente le teme más al Fiscal que a cualquier otro miembro de su gabinete, tanto por lo que sabe como por los expedientes que maneja e información confidencial que contienen, incluso sobre la propia familia presidencial.

Por lo pronto, el peso de uno y otro está a la vista, y Scherer es el derrotado, así López Obrador más adelante lo rescate, aunque seguramente sería en una responsabilidad mucho menor de la que tenía al frente de la Consejería Jurídica. Mientras, Gertz sigue contando con el respaldo presidencial y se sostiene a pesar del cúmulo de quejas, críticas y denuncias en su contra o del revés reciente en la Suprema Corte de Justicia, que concedió un amparo a sus familiares políticos, injustamente apresados.

El pleito entre ellos no ha concluido y se atizó aún más con la carta publicada por Scherer en la revista Proceso, todo un contrataque frente a las acusaciones de corrupción y abuso de poder que se cree cometió, y según se filtró en los medios, desde las oficinas de Gertz y su aliada Olga Sánchez Cordero.

Un pleito que parte del nombramiento de ella en la Secretaría de Gobernación, cuando sus funciones fueron disminuidas y trasladadas a la Consejeria. Igual, en el caso de la Fiscalía, por la intromisión de Scherer en las cuestiones que aludían al Poder Judicial. Situación que se agrava en tanto MORENA es un movimiento y no un partido, que incluyó desde su formación tal diversidad de posiciones, tendencias y grupos políticos, que nacieron ya enfrentados. Por igual, intermedian las luchas y antagonismos en el primer círculo del presidente ante la sucesión presidencial del 2024.
Un choque pues de poderes, donde no hay un claro ganador y todos pierden en mayor o menor grado.
Vienen entonces revelaciones, escándalos y mermas políticas que de por sí ya inciden en la figura presidencial y que podrían acrecentarse, en tanto se añadan otras erráticas decisiones como su declarada y supuesta neutralidad, en la dupla Scherer-Gertz, que a fin de cuentas se traducen en omisiones que conllevarán pérdidas mayores o perjuicios irreversibles para él y los contrincantes en cuestión, como en otros casos protagonizados por sus tan belicosos, ineptos y ambiciosos colaboradores del mismísimo primer nivel de gobierno.

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