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Divagaciones de la Manzana

Tiempos trabajosos
Martha Chapa

Cada vez que se celebra el Día del trabajo, me vienen recuerdos que parten desde la niñez.
Cómo no recordar a aquel maestro, de corte laico e idealista, que en la escuela nos trataba de explicar en palabras sencillas para que todas lo entendiéramos, lo mismo la importancia de la fuerza trabajadora como palanca del progreso, que en términos de la injusticia social por los bajos salarios que recibían quienes tanto aportaban a la economía y hacían cada vez más ricos a los ricos.
Rememorar también, que en esa fecha avizorábamos un asueto en el calendario escolar, como todo un Oasis cuando se convertía en “puente vacacional”.
Ya en la adolescencia, mi generación no escapó a aquellos personajes tan vilipendiados que llamábamos “líderes charros”, por estar coludidos con los patrones y el gobierno para mantener a las masas o bases (así se le llamaba también), en la sumisión y el conformismo. Resaltaba sobre todos Fidel Velázquez, que cuando lo miré por primera vez, ya estaba panzón (se decía que él si comía muy bien y a diario), y con sus inconfundibles lentes obscuros que se aseguraba en los mentideros políticos era para ver a los demás sin que lo miraran a él y descubrieran sus intenciones demagógicas y manipuladoras.
Asimismo, recuerdo que por décadas se celebraba un gran desfile con mantas y consignas lisonjeras para el presidente en turno, y una que otra demanda de justicia laboral., qué luego se multiplicarían con mayor veracidad en los años setenta cuando aparecieron los sindicatos independientes reclamando espacios de representación más genuina y democratización real.
Sin embargo, como bien sabemos, la democracia tan exigida y anhelada por años todavía hasta nuestros días es inexistente en los sindicatos, salvo contadas excepciones, suplantada recurrentemente con elecciones viciadas, amenazas a los trabajadores, represión a sus lideres y hasta encarcelamientos, así como la imperante complicidad en los circuitos arbitrales donde se ventilan conflictos y querellas laborales.
Hoy, todavía atestiguamos en las grandes empresas operadas por el propio gobierno, ya se trate de Pemex o de la CFE, esa farsa democrática cada vez que convoca al gremio en cuestión para que elijan supuestamente a quienes en verdad los representen y defiendan sus intereses.
Llegamos hasta nuestros días y tanto ahora como en algunos momentos del pasado reciente, ya casi ni desfiles se realizan y solo por las calles vemos a algunos manifestantes. Por ejemplo, en estos dos últimos años se nos dijo que, por razones de prevención frente a la pandemia, era preferible evitar concentraciones, no obstante que ya en este primero de mayo se había emitido un semáforo verde para recobrar el ritmo habitual de las actividades en general. Igual se trató de una excusa, a fin de evitar protestas fuertes y generalizadas de obreros y trabajadores de diferentes ramos, por el incremento tan escandaloso como alarmante y nocivo de la inflación, además de la pérdida del poder adquisitivo acumulado durante los tres primeros años del gobierno de López Obrador.
En fin, recuerdos que entre otros, no dejan de arrastrar saldos más negativos que celebratorios, en ocasión del tan sobado y desconfigurado Día del Trabajo, especialmente para nuestras mujeres y hombres jóvenes, con escasas oportunidades de trabajo, bajos sueldos y sin seguridad social.

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