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Ricardo Monreal Ávila*

El advenimiento de una nueva era electoral

El próximo fin de semana estarán en juego seis gubernaturas y, de acuerdo con las principales casas encuestadoras, MORENA saldrá como el triunfador indiscutible de la contienda electoral, ya que se tiene previsto que se alce con la victoria en cuatro o cinco de las entidades en disputa.

En consecuencia, se rompería, por un lado, un paradigma político-electoral dominante desde hace algunas décadas y, por otro, estaríamos frente a un nuevo hito. Respecto de lo primero, vale decir que estaría llegando a su fin un modelo de simulación democrática. Por lo que toca a la segunda cuestión, MORENA se consolidaría como el nuevo partido mayoritario a nivel nacional (ya que al ganar cuatro o cinco de las seis gubernaturas que se votarán, el partido oficial podría dirigir dos terceras partes de los ejecutivos estatales, es decir, 20 o 21 de las 32 entidades federativas, tomando en cuenta las otras 16 que actualmente encabeza).

Paralelamente, significaría el vuelco político, institucional y legal del Estado mexicano hacia la izquierda por vías auténticamente democráticas y a fuerza de movimientos populares genuinos, lo que a su vez constataría la prevalencia o plena vigencia de la dialéctica política, que ubica ciertos posicionamientos o diadas como antípodas: liberales-conservadores, izquierda-derecha, progresistas-reaccionarios.

Sin embargo, hay que recordar que en las últimas décadas de la historia política ha habido dos constantes: 1) la división de la izquierda, por motivos ideológicos o estratégicos, y 2) los esfuerzos de unidad para enfrentar al régimen en el poder y para presentarse como una opción real al electorado, significando un contrapeso al modelo neoliberal que desde las más altas esferas políticas y económicas se impuso a la nación.

Entre los partidos más representativos de la izquierda mexicana en el siglo XX se encuentran el Partido Comunista Mexicano (PCM), el cual surgió en el año 1919 en el contexto de la Revolución rusa de 1917, inicialmente como un movimiento que fue calificado como ilegal, hasta que en 1979 se consolidó como instituto político y llegó a representar la tercera fuerza electoral en México. Pese a ello, desapareció en 1981, dando paso al Partido Socialista Unificado de México (PSUM), que confluyó en un esfuerzo de unidad de la izquierda en 1987.

En esta coyuntura, por esas mismas fechas emerge el Partido Mexicano Socialista (PMS) conformado por el PMT, el PSUM, el PST y otros grupos, con la finalidad de ser un frente opositor al entonces partido hegemónico, debatiendo los contenidos de sus programas políticos con el fin de enfrentar los retos que para el socialismo suponía un instituto político que se asumía como heredero de la Revolución mexicana.

Al término del polémico proceso electoral de 1988, se inicia una etapa de resquebrajamiento del partido oficial, y los principales referentes para la izquierda en México decidieron encauzar por la vía institucional el descontento social provocado por la manipulación de los resultados electorales, evitando con ello el uso de la violencia como medio o instrumento político de cambio y favoreciendo al mismo tiempo el fortalecimiento de la democracia electoral.

Esa larga travesía dio amplios dividendos para la izquierda veinte años después; en 2018, MORENA propició la caída, no sólo del régimen de corrupción y simulación democrática, sino del yugo neoliberal.

A partir de entonces, este instituto político ha mostrado un crecimiento sorprendente, aunque al mismo tiempo mantiene en su seno las contradicciones internas que habían caracterizado a los movimientos de izquierda de antaño, conflictos intestinos que podrían propiciar la división de la izquierda, y el ánimo de conjuntar esfuerzos para mantener la unidad, aunque ahora con el firme propósito de cumplir las demandas históricas del electorado y evitar el pronto retorno de la estafa neoliberal.

Sin duda se debe destacar la rápida consolidación o el implante territorial de MORENA en todo el país. Nacido formalmente en 2014, en sólo cuatro años alcanzó la Presidencia de la República; en ocho, ya es fuerza estatal y municipal, y en 10, podría estar refrendando la titularidad del Ejecutivo federal.

Ningún partido en la historia reciente del país ha logrado esta consolidación. Mucho tiene que ver con que MORENA no es propiamente un partido, sino un auténtico movimiento popular de izquierda que reivindica una multiplicidad de causas sociales y económicas que fueron soterradas durante décadas.

Sin embargo, aunque la coyuntura es muy favorable para el inminente partido mayoritario, desdeñar ciertas voces, desdibujar su carácter inclusivo o ignorar las señales de fractura o desencuentro desde su interior puede ser muy peligroso para la continuidad de la Cuarta Transformación.

Finalmente, si bien es probable que se esté constituyendo un nuevo bipartidismo izquierda-derecha (más nítido, ideológico y programático que el simulado, representado por las pasadas administraciones y que operó durante el período neoliberal), ante el fortalecimiento de la opción de izquierda, se puede esperar una reacción de la derecha, representada no necesariamente por los partidos convencionales, los cuales están envueltos en una especie de paroxismo por su pragmatismo exacerbado.

ricardomonreala@yahoo.com.mx Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA