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Divagaciones de la Manzana
Agua, nuestra primera prioridad

Martha Chapa

Cómo olvidar aquella estremecedora profecía de mi entrañable amigo Carlos Monsiváis, cuando en una entrevista para la televisión, sostuvo que si habría una guerra más en el futuro sería por el agua.
Un fecundo intercambio que tuve con él, y también Alejandro, mi compañero, cuando conducíamos el programa “El sabor del Saber”, que se transmitió durante 12 años a través de TV Mexiquense.
Con toda precisión recuerdo que le preguntamos sobre los problemas que se le avecinaban a la humanidad y sin vacilaciones nos dijo que aunque no había que descartar nunca la violencia bélica, se refirió especialmente al problema del agua en el mundo.
Y tal como lo hemos venido atestiguando, año con año, el agua de que disponemos en el planeta cada vez es más reducido, problemática verdaderamente preocupante de la que México no está exento, e incluso donde prevalece una desigualdad en la distribución de ese líquido entre nosotros, como ocurre en el Oriente de la capital, comparativamente con otras zonas o colonias privilegiadas.
Otro personaje inolvidable es el Ingeniero Heberto Castillo, ese luchador social y hombre visionario que propuso hace ya varias décadas la captación de aguas pluviales en los hogares mexicanos, sin que hasta la fecha se ha ya iniciado proyecto alguno, desperdiciándose inmisericordiosamente.
Así también, no puedo dejar de pensar en mi queridísima tierra natal, Monterrey, donde la escasez ha alcanzado niveles alarmantes que nos parecían tan lejanos como si fuera un apocalipsis. Aún más atestigüé en los medios de comunicación, lo mismo la desesperación de tanta gente al ver que no caía una sola gota de agua de sus llaves dentro de sus casas, a la vez de los enormes esfuerzos para acarrearla desde dónde salía con poca fuerza y a momentos, además de riñas y conflictos sociales disputándosela ya para la propia sobrevivencia.
Pero también aquí, en la Ciudad de México, apenas hace unos días nos enterábamos del racionamiento en la mayoría de las alcaldías por la escasez del agua en las presas que surten a nuestra capital de ese preciado líquido. Al igual, el Estado de México ingresaba en esas mismas restricciones en varios de sus municipios, problemática que se extiende por igual y cada vez más severamente en el norte del país y en varias regiones.
Es cierto, que las lluvias han escaseado y las presas se ven vacías, pero también las consecuencias proceden de la irresponsabilidad criminal de casi todos los gobiernos del planeta, que lejos de contener el calentamiento global, permanecen omisos en tanto cada día se van reduciendo los mantos acuíferos. Es notoria también, la falta de planeación y desarticulación existente entre los gobiernos salientes y entrantes de todos los niveles, para darle continuidad a todo un plan hidráulico que debería ser una prioridad y resguardarlo de cualquier capricho o política errática que le afectara.
A lo que habría que agregar, al menos en nuestro caso, malos y generalizados hábitos en el uso y el consumo del agua por parte de la población en general, así como los desperfectos en las redes de distribución con fisuras que provocan y multiplican las fugas de agua por doquier, entre otras fallas e irregularidades.
Urge entonces una visión integral que lo mismo implique a la educación, la cultura, los usos y costumbres, la eficiencia de nuestras instituciones, mejoramiento de la red hidráulica, y sobre todo un compromiso social que garantice la racionalidad de este elemento indispensable para la vida misma.

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