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Divagaciones de la manzana

Un cuento real

Martha Chapa

La vida de la Reina Isabel II, bien pueda empezar a contarse con el clásico anticipo de: “Había una vez…”.
Una mujer que completó 70 años de reinado, por el que desfilaron 10 presidentes norteamericanos, 15 primeros ministros de su país y 5 papas, datos que parecen enmarcarse entre la ficción y la fantasía, pero que son estadísticas reales e impresionantes.
Su historia parte igualmente del hecho fortuito de que su padre hereda el trono que correspondía originalmente a su tío, de tal manera que si éste lo hubiera asumido ella nunca se hubiera convertido en reina.
Un personaje de la vida real que vivió intensamente lo mismo momentos de gozo, incluyendo a su “Príncipe Azul”, que desgracias, tristezas y sufrimientos e incluso riesgos y peligros, por los estertores de la guerra o los desmoronamientos del Imperio Inglés al perder algunos de sus reinos.
Como todo ser humano, tuvo necesariamente que lidiar a la vez con las vicisitudes familiares, desde los desvaríos de su hermana Margarita contrarios al estricto protocolo de la realeza, que de sus propios hijos con sus divorcios, o como en el caso de Andrés, quien hasta fue despojado del título de príncipe por sus presuntas inmediaciones en el sórdido mundo de la pederastia y el abuso sexual, sin olvidar la confrontación con la Princesa Diana y sus consecuencias negativas en el ánimo de la sociedad inglesa, entre otros muchos altibajos.
No aludo nombres y fechas porque ahora a partir de su deceso nos los han repetido hasta la saciedad los medios de comunicación, pero sobre todo porque lo importante es valorar el destino de un ser humano, que más allá de su heráldica y herencia monárquica, que aceptó voluntariamente, resulto ser, inteligente y sensible, al grado de entender e insertarse para bien en los valores del sistema republicano y por ende democrático y libertario.
Asimismo, si bien influyó en algunos momentos de la historia de su patria, no ejerció el poder y se mantuvo por lo general neutral y discreta, además de favorecer la unidad y estabilidad del pueblo inglés y no verse inmiscuida en escándalos, cualidades que en su conjunto le merecieron el respeto y reconocimiento tanto de sus compatriotas como gobernantes y personalidades, dentro y fuera de Inglaterra, se trate de Churchill o Gandhi y hasta de los Beatles.
Cumplió entonces positivamente con su rol en el entramado que el destino le deparó, por lo que hoy suenan gloriosas y melancólicas las gaitas en su honor.

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