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LAS TOALLAS DEL GENERAL

Beatriz Pagés Rebollar

El hackeo al Ejército Mexicano confirma que López Obrador ya logró corromper a la institución más respetada del país.

Hoy cumple con lo que prometió hacer un día: desparecer al Ejército. Y no a través de una reforma constitucional, sino destruyendo su honradez y prestigio.

El caso Guacamaya es grave, doloroso y frustrante.
Lo primero y más obvio es la vulnerabilidad de las Fuerzas Armadas y la certidumbre de que México es un país sin seguridad nacional.

Que esta, solo existe en la retórica presidencial y como mero pretexto para ocultar el uso que hace el gobierno de los recursos públicos y justificar obras inútiles.

En segundo lugar, el grupo Guacamaya –supuesto autor del hackeo- deja ver a un Ejército frívolo. Desclasifica la instrucción que da el General Secretario del Ejército Mexicano para que borden las toallas de su casa con los nombres de él y su esposa.

Antes los militares estaban concentrados en fortalecer la capacitación y eficiencia de las Fuerzas Armadas, en construir hospitales, viviendas y escuelas para los soldados. Hoy están interesados en imitar el estilo y las costumbres de los nuevos ricos.

Antes querían armas para combatir al crimen organizado, tecnología para resguardar las fronteras y los litorales. Hoy ambicionan residencias, coches último modelo y convertirse en empresarios turísticos.

López Obrador hizo buenos cálculos. Escogió con premeditación el flanco más débil de almirantes, generales y coroneles. Sabe que vienen de las clases socioeconómicas más pobres. Hay tentación y ambiciones. Así que dispuso abrir las arcas para acabar con la fortaleza moral y dignidad de la institución.

¡Bravo presidente, mil veces bravo! Logró convertir a nuestros militares en prostitutas del régimen.

El caso Guacamaya dejó ver también la fragilidad del presidente. Su vida política, familiar y privada está en manos de un Ejército sobornado. A falta de un gabinete eficiente tuvo que delegar facultades y entregar el manejo de áreas estratégicas a los militares.

Y ahora, otro sonoro ¡bravo!. López ya también logró dividir a las Fuerzas Armadas. Otra vez, de un lado los marinos y del otro los soldados. Generales y almirantes disputándose el poder y los favores del Comandante Supremo, de ese corruptor que no ahorra dinero cuando se trata de tener esclavos.

Del otro lado, están los que no hablan. Los que observan y guardan silencio ante los ríos de lodo que inundan botas y uniformes. Los retirados, excluidos, y marginados que se tragan por disciplina la descomposición acelerada de un Ejércitos admirado-otrora- por su lealtad a la patria.

El grito de “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, también aplica para las Fuerzas Armadas. Los mexicanos queremos que nos regresen a nuestro Ejército. Al verdadero, al digno y honorable, al que había antes de que llegara al poder el gran corruptor de vidas e instituciones.