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Divagaciones de la Manzana
Otros de nuestros problemas y retos
Martha Chapa

A cuatro años de haberse iniciado el gobierno Lopezobradorista, bien sabemos que existen otros graves problemas, además de los que se ubican en el ámbito de la seguridad o la economía.
En efecto, los tenemos y provienen de décadas atrás, pero actualmente aún son igualmente adversos y preocupantes en el campo de la salud, y no me refiero específicamente al inadecuado y hasta irresponsable manejo registrado en la pandemia del COVID, sino a dos cuestiones que se entrelazan y en buena medida responden a una problemática en común.
Se trata de las nefastas realidades y estadísticas, tanto por lo que se refiere al embarazo en adolescentes como a las bodas o uniones libres de menores de edad.
En el primer caso, amanecemos con la amarga realidad de que México ocupa penosamente el primer lugar de embarazos en adolescentes, entre los países integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Hablamos sobre todo de un dato escalofriante que nos reporta una tasa de fecundidad de 77 nacimientos por cada 1000 adolescentes entre los 15 y 19 años de edad, o de que en este tramo el 23% inicie su vida sexual, porcentaje que no nos debería alarmar si se contara con una educación e información sexual adecuadas.
También, el Consejo Nacional de Población, y por su parte Alina García Cortés, maestra e investigadora de la Facultad de Medicina de la UNAM, nos dan a conocer que la mayoría de quienes iniciaron su vida sexual (97%) conocen al menos un método anticonceptivo, pero más de la mitad no lo utilizan en su primera relación sexual, lo cual origina que se registran en el año 340,000 nacimientos en mujeres menores de 19 años, generando en muchos casos morbilidad materna, infantil y fetal, además de aumentar las probabilidades del desarrollo de enfermedades que pueden poner en riesgo la vida como la preclamsia o la diabetes gestacional, entre otros.
El otro gran problema es de los menores de edad que se casan o establecen una unión libre, con cifras sumamente alarmantes, ya que una de cada cinco mujeres lo hacen, así sea involuntariamente, siendo una de las más altas de América Latina. A su vez, los Estudios Macro Demográficos Urbanos y Ambientales de El Colegio de México, y Julieta Pérez Amador, Profesora investigadora de dicho organismo, nos enteran de que Guerrero, Tabasco y Chiapas son las entidades con mayores tasas de uniones en menores de edad, superiores al 30%, en tanto que Michoacán, Nayarit, Veracruz, Coahuila, Campeche e Hidalgo le siguen entre un 26 y 28%, siendo la Ciudad de México la que tiene la tasa más baja con un 9%.
Respecto a las causas que generan tan adversos indicadores, ambas problemáticas comparten la situación de pobreza que prolifera en este segmento poblacional, junto a la falta de oportunidades que padecen, pues por lo general se trata de jóvenes que no cursaron una carrera universitaria y por lo tanto no consiguen trabajos bien remunerados. Otras variables que pueden incidir negativamente son el tipo de familia a la que pertenecen como aquellas donde lejos de propiciarse un mayor conocimiento del manejo de su sexualidad y desarrollo humano, perpetúan esquemas de inequidad de género que se replican intergeneracionalmente. Asimismo, por lo que se refiere a las creencias religiosas, cuando interfieren o se oponen a la educación y el conocimiento de la sexualidad, e igualmente algunos medios de comunicación y comunicadores que no cuentan con una formación idónea y reproducen ideas falsas o erróneas sobre el tema.
En todo caso, se recomienda que la vida sexual inicie después de los 21 años cuando se alcanza una adecuada madurez anatómica, emocional y psicosocial, lo cual disminuiría significativamente los factores de riesgo y la propia mortalidad materna, y desde luego, reforzar y ampliar una buena educación, a la vez que abrir espacios de desarrollo profesional con trabajos dignos y salarios remunerativos especialmente para las mujeres, así como emprender campañas de comunicación social, precisas e intensas, entre otras acciones urgentes, que transformen positivamente estos lastres y saldos negativos que tan honda y dañinamente laceran nuestra vida social y económica.