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Beatriz Pagés

EL AUTOATENTADO

López Obrador tiró línea a la Fiscalía de la Ciudad de México. Especuló que el ataque contra el periodista Ciro Gómez Leyva pudo haber sido un autoatentado.

El Presidente ha invertido horas y días para tratar de convencer a la opinión pública de que los sicarios pudieron haber sido enviados por “grupos contrarios a la Cuarta Transformación” para desestabilizar a su gobierno.

La instrucción para Claudia Sheinbaum y Omar García Harfuch ha sido clara: el atentado contra el periodista le debe servir políticamente al presidente para convertirse en víctima y poder perseguir a los enemigos del régimen.

Ya dijo que hay información de sobra para acomodar las cosas a conveniencia del gobierno. “¿Saben por qué es posible conocer la verdad? Porque hay mucha gente que está con nuestro movimiento y nos va a ayudar…”

Busca sembrar la idea del autoatentado y de un complot en contra suya para justificar futuras acciones represivas hacia la prensa critica. Después del INE siguen los medios de comunicación. El siguiente paso de su proyecto antidemocrático es deshacerse de periodistas y plataformas informativas que se han atrevido a denunciar su autoritarismo e intentos de prolongar su mandato.

Ya nos advirtió a los 180 que suscribimos un comunicado para exigirle que asuma su responsabilidad política ante el atetado a Gómez Leyva: “Son periodistas del régimen”(pasado) lo que significa que estamos condenados a la persecución.

Desde que inició su sexenio López Obrador planeó desaparecer al Ejército y a los medios de comunicación existentes. Uno de sus más grandes sueños ha sido expropiar radio, televisión y periódicos – como lo hizo Hugo Chávez en Venezuela- para crear un sistema de información que se dedique a adularlo y a legitimar sus delirios autocráticos.

No se ha decidido a hacerlo porque, hasta ahora, los dueños de los principales corporativos han aceptado ser dóciles a su gobierno, pero ha utilizado todo su poder para tratar desaparecer a los que han asumido el reto de rebelarse contra su despotismo.

López abusa del derecho a la libertad de expresión en las “mañaneras”. Las inventó para disparar odio y para que otros le hagan el favor de disparar balas en contra de sus enemigos. “Nosotros no somos represores”, acostumbra decir, a sabiendas de que su discurso está hecho para matar.

El Presidente disfruta del abuso. Es por definición un hombre abusivo. Lo ha sido siempre en su vida privada y política. Así como un día se vengó de su hermano segundo, hoy aprovecha su superioridad de poder para destruir a sus críticos.

Creó las “mañaneras” para competir con los medios de comunicación e imponer su verdad única. Editorialistas y columnistas se han encargado de desmitificarlo, de acabar con la leyenda del demócrata y eso es lo que más odia. No tolera que hayan sido capaces de generar tendencias de opinión que lo exhiben como uno de los presidentes más corruptos y arbitrarios de la historia.

Ahora inventa la versión del autoatentado para incriminar al “grupo de conservadores” que tanto desprecia. No les perdona la exitosa marcha rosa del 13 de Noviembre. No soporta el fracaso de su reforma electoral constitucional. Quiere desarticular la movilización ciudadana que está en marcha para echar a Morena de Palacio Nacional y ordena a la Jefa de Gobierno que sus enemigos sean acusados de conspiración.

Los ojos están puestos en el Secretario de Seguridad Ciudadana, García Harfuch. Sólo tiene dos opciones: hacer, como acostumbra, una investigación honesta o inventar teorías y culpables para darle gusto al presidente.