Ricardo Monreal Ávila
Las clases medias y la democracia
Las clases medias son consideradas como uno de los elementos constitutivos y fundamentales de las modernas sociedades democráticas, por lo que, sobre todo a partir del ascenso de los Estados nación y de la consolidación de las repúblicas contemporáneas, la participación política de estos sectores sociales ha sido crítica para favorecer la permanencia o los cambios de régimen.
En México, durante el porfiriato, por ejemplo, el ascenso de una clase media educada, informada e interesada en la depuración de los canales políticos —y encauzada por adalides como el demócrata Francisco I. Madero— dio paso al gran movimiento revolucionario de principios del siglo XX.
Asimismo, en el contexto actual, las clases medias y las juventudes jugarán un papel clave en la elección presidencial de 2024 y en el conjunto de cargos que habrán de votarse el primer domingo de junio de ese año. Sin embargo, no se les debe considerar como entes monolíticos o estáticos, por lo que cabría considerar sus salvedades para efectos de cualquier énfasis analítico.
El padrón electoral de 2024 se encamina hacia los 100 millones de votantes. Una tercera parte de ellos serán jóvenes de 18 a 29 años; es decir, muchos acudirán por primera o segunda vez a las urnas para escoger presidente o presidenta de la República. Su carácter innovador y revolucionario no se suele asociar con las dinámicas del sistema político, dando como resultado latentes incertidumbres respecto de su participación en los procesos comiciales.
Una conseja muy socorrida es que estos grupos etarios son abstencionistas por naturaleza, ya que no les interesa la política ni los políticos ni, mucho menos, los partidos. Habría que tomar con cautela tal enfoque, porque podría jugarnos una mala pasada. Mejor partamos del punto opuesto: primero, si llegan a participar, esas y esos jóvenes definirán la elección y, segundo, el partido o aspirante que afirme que ya tiene en la bolsa a este sector simplemente está mintiendo.
Este gran grupo de jóvenes que sobresalen en la pirámide poblacional pertenecen a los más variados estratos socioeconómicos; sin embargo, muchos de los que pueden ser ubicados en las clases medias de los centros urbanos del país acompañaron al conglomerado ciudadano que ha salido a las calles en dos ocasiones, hasta el momento, para enarbolar la bandera de la defensa del INE; esto es, en contra de la iniciativa del Ejecutivo federal y del gobierno de la 4T, conocida como “Plan B electoral”, que hace descansar buena parte de sus propuestas en el recorte del gasto y del aparato burocrático del Instituto.
Es difícil encontrar una definición precisa de las clases medias, pero se puede estimar que están conformadas por los actores sociodemográficos que marcan el rumbo del mercado interno, que con sus tendencias de ahorro y gasto mueven la economía y el crédito de un país, y que moldean sus opiniones y posturas políticas a partir de los medios de comunicación masiva —y ahora, de manera creciente, en las redes sociales—. Son los segmentos que más información consumen y, por ello, los más politizados y participativos.
Para efectos de una mayor comprensión del peso específico de las clases medias en las democracias latinoamericanas, y en el contexto de una realidad regional marcada por un arropamiento colectivo de las políticas neoliberales en el último tercio del siglo pasado, así como por un reciente viraje generalizado a las opciones de izquierda, algunos autores se han decantado por la idea de categorizarlas en tres diferentes tipos: clases medias ganadoras, perdedoras y emergentes.
Lo anterior, en función de la coyuntura sociopolítica y económica en la que, a raíz de la intransigencia de la tecnocracia neoliberal, se condenó a nuestro país a un crecimiento económico insípido y a una pauperización crónica de la clase media, provocando con ello un grupo cada vez más creciente de personas en situación de pobreza, cifra que alcanzó el medio centenar de millones apenas hace unos años.
En el año 2000, las clases medias mexicanas llevaron al PAN a la Presidencia de la República. En el 2012, regresaron al PRI al poder, bajo la figura de Peña Nieto. En el 2018, una vez superado el miedo al cambio y la guerra sucia mediática, se volcaron hacia AMLO y MORENA.
Para el 2024 no se ve fácil el “refrendo clasemediero” a MORENA; no obstante, dada la estabilidad económica y la derrota moral e histórica de la oposición, sobre todo a partir de la develación del narcoestado, tampoco parece que las clases medias puedan ver satisfechas sus expectativas en otras opciones. Quedan 15 meses para no perder definitivamente a este aliado político estratégico.
Resulta fundamental en este punto apelar a legados históricos, como el que subyace en las disertaciones y los debates encontrados en los Diálogos, de Platón, en lo referente al concepto de justicia enarbolado por Sócrates y sus seguidores, de acuerdo con el cual, por extensión, a la justicia social le podría corresponder un marcado énfasis en la reconciliación, en la distensión de los polos opuestos, para dar paso a vías de pacificación y moderación.
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