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Beatriz Pagés
DELFINA NO GANÓ
La candidata que ganó en el Estado de México no fue
Delfina Gómez. La competidora que volvió a arrasar en las
casillas fue la abstención. Ella, con su apatía e indiferencia
es la que decidió el resultado y el avance de un régimen
destructor.
La oposición pierde el tiempo echando la culpa a otros. No
fue solo un Alfredo del Mazo, ausente y entregado, el
responsable. Tampoco un Movimiento Ciudadano o un
Dante Delgado -alérgico a la alianza- los únicos culpables.
El abstencionismo del 50 por ciento tiene varios autores.
Los opositores haríamos bien en mirarnos a los ojos, en
sentarnos ante el espejo y hablarnos con honestidad.
Es cierto que López Obrador financió una elección de
Estado. Es verdad que mandó a 25 mil servidores de la
nación a entregar 5 mil o 7 mil pesos por voto. Está
demostrado que hubo casas encuestadora usadas como
propaganda política para hacer creer que Delfina ganaría
por 20 puntos.
Todo eso es cierto y más. Pero la única verdad es que la
oposición debe aceptar y corregir sus debilidades.
¿Cuáles? El Estado de México arrojó importantes lecciones.
La insuficiente participación nos dijo que el candidato o

candidata a la Presidencia de la Republica tiene que ser
alguien “fuera de caja”. Fuera del perfil partidista,
conservador y tradicional. El elector dio con su ausencia en
las urnas un grito: ¡No quiero más de lo mismo!
Y este reclamo tienen que escucharlo los partidos políticos.
La alianza tendría que estar dispuesta a dar respuesta a esta
demanda. Aceptar que el futuro candidato o candidata a la
Presidencia podría y debería ser un ciudadano que conecte
con la clase media para que con su voto eche a Morena de
Palacio Nacional.
Ese grito de advertencia tiene que ver con el método para
seleccionar candidato (a). La fórmula tiene que tener
objetivos muy claros: que la ciudadanía participe, que lo
haga suya la candidatura para que le genere entusiasmo y
compromiso.
Los mexiquenses nos dijeron algo más. Las marchas y las
concentraciones deben continuar, han servido para
conmover conciencias, pero no son suficientes para ganar
elecciones. Llenar plazas no significa necesariamente llenar
urnas. Necesitamos mucha más ciudadanía para ganar el 24.
A doce meses de las elecciones presidenciales urge darle al
voto un valor y un significado social que no tiene y en esa
tarea tendrían que estar involucrados sociedad y partidos.

Delfina no ganó, porque no fue candidata. El candidato fue
López Obrador. Ni gracia, ni talento. Mujer anticarismática,
políticamente sumisa, cocinada al calor presidencial al igual
que Claudia Sheinbaum.
Tampoco será gobernadora, sólo una correa de transmisión
de lo que decida su amigo el presidente. El Estado de
México será el primer experimento a un Maximato. La
maestra no gobernará. No sabe. Hará las veces de una actriz
que representará el papel asignado con ayuda de su
coordinador de campaña Horacio Duarte.
Ojo con esto: Delfina no arrasó. No entusiasmó. Los
electores no votaron por ella ni siquiera en su tierra natal
Texcoco. De los 12 millones 665,223 ciudadanos con
credencial de elector sólo votaron por ella 3 millones. Y lo
hicieron a fuerza de ser amenazados y chantajeados.
Delfina es el producto más puro de una elección clientelar.
Su gobierno no será resultado de un proceso democrático,
sino de haber tomado como rehenes a los ciudadanos más
pobres.
7 millones de mexiquenses se quedaron en casa sin votar.
La enseñanza es clara: derrotar a Morena pasa por derrotar
la abstención y para derrotar la abstención habrá que
replantear mucho o todo.