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LAGOS DE MORENO, OTRO AYOTZINAPA

Beatriz Pagés

La desaparición de cinco jóvenes en Lagos de Moreno, Jalisco es más grave que el Ayotzinapa de Guerrero. Más grave porque en este caso el presidente en funciones eligió la burla y el desdén para enfrentar un acto de extrema brutalidad.
Dice López Obrador que no va a pedir disculpas porque no “oyó” la pregunta que le hacían los reporteros. El presidente sí la oyó, pero ya sabemos que nunca escucha lo que no quiere escuchar o no le conviene contestar.
Para muestra están los videos donde periodistas sentados en la primera fila de la “mañanera” le preguntan a gritos sobre la tragedia. La respuesta fue un “¡adios, adios ya vámonos a desayunar!” y luego vino el relato de un estúpido chiste.
Pero, aceptemos por un momento que no escuchó la pregunta. Un verdadero jefe de Estado no tendría estomago para irse a desayunar esa mañana. Habría citado al gabinete de seguridad para, de cara a nación, explicar lo que ahí sucedió y trasladarse a Lagos de Moreno para encabezar la investigación.
Ahora que tal vez estemos ante algo peor: un presidente que no entendió la importancia de la pregunta por estar desinformado. Al que se le oculta información para no ponerlo de malas o simplemente porque en Presidencia sólo se privilegia la información que sirva para atacar a los adversarios.
Lagos de Moreno marcará el final del sexenio de López Obrador y tal vez de todo su gobierno. No sólo por tratarse de un crimen indescriptible sino por la indolencia cínica de un presidente que prefirió evadir su responsabilidad y salvar su ego a tomar decisiones contra los criminales.
La diferencia entre el Ayotzinapa de 2014 y este, es que en el caso de los 43 normalistas desaparecidos el gobierno federal reaccionó mal y tarde. Hoy, el primer mandatario de la nación no solo se “lava las manos” sino que mientras el padre de uno de los jóvenes graba un video para dar cuenta de su dolor y se niega a aceptar que su hijo pueda estar muerto y le pide que regrese, en Palacio Nacional ignoran la tragedia y prefieren contar chistes.
Un chiste que hoy es una invitación a que siga el crimen. Que deja en la indefensión a los jóvenes mexicanos más pobres, reclutados por el crimen organizado para convertirlos en sicarios y que nadie protege.
¿Qué significa ese “no oigo” de López Obrador? ¿Qué prefiere proteger a los cárteles? ¿Qué la vida de los mexicanos no le interesa? ¿Qué sólo le importa garantizar impunidad a los grupos criminales que apoyan electoralmente a su partido y con los que ya hay un acuerdo para ganar el 24?
Unas preguntas finales: ¿A qué clase de ser humano llevaron 30 millones de mexicanos a la Presidencia de la República? ¿Quién vive, realmente, en Palacio Nacional? ¿Quién gobierna el país? ¿En manos de quién estamos?
*Directora de la revista Siempre