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El derecho a no encajar

Dra. Verónica Arredondo

Aparentemente, nuestros esfuerzos se encuentran enfocados en construir una mejor sociedad. La construcción de esa mejor sociedad debe de tener como eje sustancial alcanzar la libertad en todos sus aspectos. Para que de verdad accedamos al futuro, toda la población: mujeres, hombres, niñas, niños, ancianos, debemos de gozar de oportunidades reales de desarrollo, de fuentes de trabajo estables con todos sus derechos y prestaciones, de tiempo de esparcimiento y ocio, de acceso a la educación, de vivir en un mundo libre de violencia. Vivir en una mejor sociedad y en libertad implica todo ello, pero además, también consiste en que mujeres y hombres seamos concebidos como iguales o equivalentes, ningún hombre debería de aventajar a una mujer por el solo motivo de ser hombre. Esta primera reflexión o conjunto de ellas, me lleva a preguntarme si en realidad estamos construyendo una sociedad con esas características.

Mi niñez fue cotidiana, normal, queridas lectoras y lectores: jugaba, cursaba el colegio, cumplía con las obligaciones de la niñez, pero a veces me costaba entender las actividades y costumbres que se me asignaban. Yo era una niña con bastante libertad para elegir mi ropa, mis juguetes, mis juegos, sin embargo notaba que tenía que cumplir con ciertas expectativas en círculos más amplios y fuera de la familia. Creo que no es necesario explicar que una niña se viste con colores claros, pasteles, rosas, y que juega con muñecas, ese es el estereotipo al que están sujetas las niñas. ¿O me equivoco?

Ahora tengo bastante claridad respecto al fenómeno de los estereotipos. Los estereotipos existen, aunque nadie los haya escrito institucionalmente, para controlar a los sujetos que se relacionan a través de lo social. Desde niñas se nos obliga a encajar de acuerdo a reglas del cómo ser, cómo comportarse y qué está bien decir. Desde niñas entendemos que hay unas actividades exclusivas para niños y otras exclusivas para niñas, y así es y no hay manera de rebatir el punto. La crianza y las labores domésticas son los roles primordiales que se espera de las mujeres. Los estereotipos están ahí, como una camisa de fuerza y no se espera que nadie se salga de la norma. Las disidentes incomodan, ninguna familia espera en realidad que su hija se convierta en una especie de outsider.

La sociedad es aplastante e inmisericorde, más con las niñas y mujeres. La misma mujer se obliga y presiona para encajar en roles que el mundo dispone para ella: tiene que comer de cierta forma, no puede comportarse como le dé la gana, ser simpática, agradable. Aunque la sociedad presuma de apertura y nuevos paradigmas, lo cierto es que las mujeres somos bombardeadas en todos los frentes y por medio de diversas estrategias para que continuemos jugando el mismo papel sumiso.

Es muy importante entender que no nos hemos construido nosotras solas como individuos. No es cierto que el cómo somos dependa exclusivamente de nosotras. Se nos ha constituido, se nos ha formado y educado para que cumplamos un rol en la sociedad: el rol que le ha sido adjudicado al hecho de ser mujer; y que entonces, por lo tanto, todas las mujeres nos debemos dirigir como mujeres en la realidad. ¿Cómo tiene que ser una mujer? ¿Como las delicadas flores que pintan los poetas hombres? ¿Lo único que podemos es ser madres de familia siempre, por siempre y para siempre?¿Solo nos podemos dedicar al hogar y los cuidados? ¿O cumplir el papel de abnegada que espera al marido con la comida hecha? ¿Y si no es así debemos sentir que no encajamos? No lo sé, la verdad no sé qué papel deba cumplir una mujer ante la sociedad, porque la sociedad no debe decidir lo que sueña y desea hacer una mujer con su vida; las expectativas que tiene cada una de sí pertenece al ámbito de los privado, nadie puede decidir lo que tú quieras hacer.

La sociedad, el ámbito de lo social existe para que las mujeres nos desarrollemos, crezcamos, nos involucremos con otras mujeres y hombres en diversas tareas. La sociedad no puede imponerse para decirnos lo que somos. Pienso, sé, que tengo derecho a disentir contra los estereotipos y roles que me habían sido decretados desde que nací. Yo me hice matemática en un contexto donde una mujer no podía convertirse en científica porque ese no era una tarea para una mujer, recuerdo por ejemplo que mi abuela paterna me decía que debía aprender a cocinar por que de otra forma mi futuro marido me regresaría a casa de mis padre y madre. He crecido y me he desarrollado como profesionista, funcionaria pública, investigadora, pero me costó siempre más porque ese no era el rol que tendría que haber cumplido. Tengo derecho a no encajar en parámetros ni paradigmas sociales porque tengo voz y todas las mañanas me despierto pensando en hacer de este mundo un mundo mejor para mí y para los demás.

Yo sé que afortunadamente no soy la única mujer que piensa de esta forma, que disiente, que no se conforma, que no quiere encajar en los estereotipos a los cuales hemos estado sujetas por siglos. Yo no sé si las mujeres nos hemos estado deconstruyendo, lo que sí sé es que hemos buscado deshacer esta estructura bajo la cual vivimos para construir otra en donde nos encontremos más satisfechas y tengamos opciones reales de desarrollo sin que se nos obligue a cumplir roles que nos parecen banales. Y lo que también sé, es que no queremos encajar para que la sociedad esté satisfecha.

La realidad, el mundo, no es sencillo de explicar. Pero creo que todas y todos aspiramos a vivir de una mejor forma. Queremos oportunidades reales de desarrollo y para ello tenemos que transformar las situaciones que imperan actualmente. Queremos poder optar dentro de la sociedad el papel que vamos a jugar, sin que se nos imponga, sin que se nos someta. ¿Queremos un mundo feliz? No es eso lo que estamos buscando precisamente. ¿Queremos un mundo de barbis y kens? Tampoco. Creo que lo que buscamos es una situación justa, un contexto en el que no existan las desigualdades que nos aplastan. Quien rompe los estereotipos quizá sea la que pueda marcar el sendero, porque hay que caminar los caminos para que otras no se pierdan. Tenemos derecho a no encajar y que seamos escuchadas en todos los rincones de este planeta Tierra.

Como lo dije en el primer párrafo, a lo mejor no estamos construyendo el mejor de los mundos, entonces debemos hacer un acto de reflexión, detenernos, evaluar nuestras acciones, comprobar si están funcionando, y si hemos estado en un error, comenzar de nuevo. Tampoco es tarde, nos quedan cientos de miles de años en este planeta, pero sería mejor si empezamos hoy, porque los cambios tienen que empezar mañana.