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Beatriz Pagés

ECUADOR CAYÓ EN LA TRAMPA DE UN PROVOCADOR

El asalto a la embajada de México en Ecuador ha sido visto de un solo lado. El hecho es condenable, viola los más importantes tratados internacionales, pero el hecho exige una revisión integral.

Cuando López Obrador sugirió de manera insidiosa en una “mañanera” que el asesinato del candidato Fernando Villavicencio fue para beneficiar a la oposición y provocar la derrota de la candidata de su amigo, el ex presidente, Rafael Correa, puso un anzuelo para que el gobierno de Ecuador cayera.

Los ecuatorianos desconocen la falta de límites morales de López. Ignoran que se trata de un astuto calculador que acostumbra recurrir a la provocación para crear conflictos y obtener beneficios.

¿Por qué el tabasqueño se metió en el proceso electoral ecuatoriano ocho meses después de que ocurriera el atentado contra Villavicencio? Porque necesitaba un pretexto para crear una crisis diplomática y justificar el asilo a Jorge Glas.

Jorge Glas forma parte del grupo de políticos vinculados a la izquierda autoritaria y populista a la que pertenece López Obrador junto con Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Miguel Díaz-Canel, Evo Morales, Pedro Castillo y el ex presidente de Ecuador Rafael Correa.

Algunos son dictadores, otros son aspirantes a serlo y varios han sido destituidos por intentar dar golpes de Estado. Han logrado crear una especie de “pandilla latinoamericana” dedicada a defender a los suyos y a golpear a los gobierno de la región que no coinciden con su ideología autoritaria.

Por eso, AMLO salió en defensa de Jorge Glas. ¿Quién es? ¿Un perseguido político? No. Es el amigo, socio y vicepresidente de Ecuador cuando- el otro miembro de la pandilla, Rafael Correa,- ocupó la presidencia de su país.

La Fiscal General de Ecuador Diana Salazar, ha revelado que hay una sentencia de ocho años de cárcel en contra del Glas por corrupción y recibir sobornos de la constructora brasileña Obedrech.

Pero hay una acusación todavía más grave: Glas consiguió salir de la cárcel en 2022 gracias a sus vínculos con el narcotraficante ecuatoriano “El Patrón” quien pagó a un juez 250 mil dólares para que lo dejara en libertad.

Otro de los puntos que unen a los integrantes de la “pandilla latinoamericana” son los vínculos que tienen con el crimen organizado. Bajo sus gobiernos los cárteles crecen y cogobiernan. Se convierten en operadores electorales al servicio del régimen.

Dos o tres días antes de que asesinaran a Fernando Villavicencio declaró que su país era víctima de mafias de narcotráfico que no eran ecuatorianas, sino mexicanas e hizo el siguiente llamado a López Obrador:

“Que el señor López Obrador encare su problema con las mafias, allá en ese país donde gran parte de la clase política ha sido financiada por el narcotráfico.”

La irrupción de la policía ecuatoriana a la embajada de México es condenable, pero igual de condenable es que el presidente de México utilice el derecho de asilo para proteger a delincuentes.

México se está convirtiendo en el centro de operación de populistas desestabilizadores que trabajan para dividir y confrontar a América Latina, para debilitar las democracias e imponer gobiernos afines a una izquierda autoritaria.

Ecuador cayó en la trampa de un incitador y esa lección debería ser utilizada por otros países para unirse en contra de un proyecto intervencionista que busca dinamitar a la región.