La docencia.
Por: Jenny González Arenas
Que si la docencia es una profesión muy noble, que si debemos estar orgullosos de ser docentes, que si la docencia es más que una profesión una vocación.
Pero hay una realidad sobre la docencia, en especial la universitaria que no se dice, pero que es grave y hay que ponerle especial atención.
Todas las profesiones juegan un rol muy importante para la sociedad, por eso es que ninguna de ellas se debe desvalorizar, por el contrario, muchos de nosotros, mientras nos formábamos profesionalmente, escuchamos a nuestras maestras y maestros decir que no debíamos depreciar nuestro trabajo, que el pago que recibe un profesionista no es por el trabajo físico que realiza, sino por el esfuerzo intelectual y el conocimiento previo que le permiten desarrollar sus habilidades profesionales al máximo, por lo que debíamos valorar adecuadamente nuestro trabajo para no demeritarlo.
Sin embargo, hay una profesión que nos llena de orgullo a quienes nos dedicamos a ella y que, lamentablemente, es muy complicado que nos podamos dedicar al libre ejercicio de esa profesión, pues difícilmente encontraremos quien pague por nuestros servicios lo que vale nuestro trabajo, y todo ello se da porque existe la obligación del Estado de garantizar el derecho que conlleva esa profesión. Nos referimos a la docencia.
Un docente puede dedicarse a la docencia en instituciones privadas y, seguramente, su ingreso no será mejor, sino que será menor al que se percibe en instituciones públicas, y el docente que se quiera dedicar al libre ejercicio de la profesión y dar clases particulares de alguna materia que se ofrece en el sistema de educación público, difícilmente podrá tazar su trabajo de acuerdo con su preparación y habilidades porque probablemente ningún particular podrá pagarle. Así, un docente no puede dedicarse al libre ejercicio de la profesión, así como tampoco podrá determinar el salario que percibe de manera unilateral como cualquier otro prestador de servicios.
Esto hace que la labor docente quede al arbitrio de las autoridades de quienes depende el sistema educativo.
Frente a esas autoridades, las universidades públicas parecen ser barriles sin fondo y han dejado de aportar recursos para el crecimiento de estas universidades desde, al menos, lo que va de este sexenio, y todo parece indicar que el siguiente sexenio será igual, lo que pone en una situación de verdadero riesgo la docencia universitaria, porque las condiciones salariales parecen seguir siendo cada vez más complicadas.
Muchas personas tienen una percepción equivocada de la situación laboral en la que trabajan los docentes universitarios, quienes por más orgullosos que estén de dedicarse a la docencia, se han ido dando cuenta que el orgullo no es suficiente para comer y satisfacer necesidades básicas de vestido, educación, vivienda, entre otras; han tenido que asumir como parte fundamental de su salario la incorporación a programas de fortalecimiento tanto en la docencia como en la investigación, con el objetivo, no sólo de mejorar su práctica docente, sino de mejorar en alguna medida sus percepciones, sin darnos cuenta que, al final de nuestra vida laboral, ninguno de eso programas nos seguirá en la jubilación, donde enfrentaremos una vejez complicada, dándonos cuenta que nuestro salario nunca fue suficiente para garantizarnos una vejez digna.
Si, la docencia es una noble profesión que nos llena de orgullo como docentes universitarios, ojalá quienes ven a las universidades públicas como barril sin fondo se den cuenta que esa situación no la hemos generado los docentes, sino quienes ejercen plazas directivas que ganan lo que quieren y que se amparan en la autonomía para garantizar su estatus como clase universitaria privilegiada, generando esa sensación de que todos los docentes universitarios se encuentran en la misma situación, cuando es una posición de privilegio en la que solo unos cuantos se encuentran, mientras que las y los docentes que diariamente se encuentran en los laboratorios, las aulas y los diferentes espacios universitarios, sostienen el andamiaje de la educación superior universitaria, sin el más mínimo reconocimiento de su labor.
Secretaria General del SPAUAZ