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Beatriz Pagés

LA PRESIDENTA QUE MÉXICO NECESITA

¿Para quién gobernará Claudia Sheinbaum? ¿Para México o para López Obrador ? Como Jefa de gobierno sólo habló con los suyos. Su estilo fue faccioso, soberbio, únicamente se reunió y acordó con los que pensaban igual que ella.

La gran pregunta es si, -ya sentada en la sillla presidencial-, se atreverá a ser diferente o será una mala réplica del casique tasbasqueño. No hay duda que tendrá todo el poder para hacer y deshacer. La incógnita radica, más bien, en cómo y para qué usará el poder?

¿Se atreverá a ser Jefa de Estado? ¿Defenderá la Constitución, los fundamentos del Estado de Derecho o se inspirará en el rencor y en el libelo sectario de la Cuarta Transformación?

La Presidenta que necesita México tendría que parar la reforma al Poder Judicial. Poner por encima el interés de la nación y negarse a ser cómplice de un proyecto que amenaza la independencia de la Corte, la división de poderes y los derechos de las minorías.

La Presidenta que necesita México tendría que estar dispuesta a dialogar con todas las fuerzas políticas, con todo el abanico de un país multicolor. Sentarse a enhebrar con la oposición a ese México que necesita unirse y reconciliarse para vivir en paz.

Una política con visión de Estado haría de las “mañaneras” un espacio mediático para construir una sociedad libre y pensante. Abandonaría el monologo, el adoctrinamiento, se negaria a levantar hogueras inqusitoriales y pulpitos de satanización contra sus adversarios.

Una Jefa de Estado no tendría enemigos, ni adversarios. Gobernaría para todos los mexicanos, sin distinción de clases sociales, razas, creencias culturales y religiosas. La historia no la utilizaría para sembrar odio y hacer sangrar heridas irreparables, sino para profundizar el entendimiento y disolver desigualdades.

Una presidenta que pretenda gobernar para todos los mexicanos necesita utilizar otro lenguaje político. Tendría que desterrar el lenguaje maniqueo y discriminador, superar la trasnochada y falsa dicotomía entre “conservadores” y “liberales”, abstenerse de llamar “hipócritas”, “corruptazos”, “clasistas” a sus adversarios.

Sheinbaum se dice atea. Muy bien que lo sea. Está en su derecho, pero más que no creyente, tendrá que ser laica. Así lo marca el articulo 40 constitucional. México es una república que optó por la laicidad y eso implica que la paz social está sustentada en el respeto y la tolerancia religiosa.

Una presidenta que asegura ser demócrata estaría obligada a corregir la relación entre el poder y los medios de comunicación. Pasar de la persecusión y el acoso, de la descalificación y el insulto a un diálogo transparente sobre el papel que deben tener la prensa, radio y televisión en un México de libertades.

El país necesita una presidenta sin nexos o complicidades con el crimen organizado. No más “abrazos, no balazos” a la familia del Chapo. No más Ovidios liberados, sino la aplicación de la l ey. Una mandataria dura con la delincuencia, que regrese la dignidad y constitucionalidad a la Fuerzas Armadas, alguien que deje de corromper a generales y almirantes.

México necesita una presidenta que sea capaz de ser autónoma. Que no permita maximatos. Que se niegue, desde hoy, a ser la marioneta autoriataria de quien la inventó. Que sonría, que se atreva a ser mujer, que hable como habla la patria. Alguien, en sintesis, que gobierne para México. No para Lopez Obrador.