SOCIEDAD ADICTA
Psicóloga Maira Gallegos
La felicidad no se encuentra en el fondo de una botella o en la punta de una aguja; no se encuentra en medio de una nube de humo o dentro de una píldora recubierta de azúcar. Si la busca en esos lugares, no encontrará más que desesperación.
Wayne Gererd Trotman.
Los cambios a los que ha estado sometida la sociedad en los últimos años requieren que cada individuo tenga que adaptarse a un ritmo de vida más acelerado. Adaptarse a los cambios tecnológicos, conductuales, sociales, económicos, biológicos, entre otros, ha desencadenado un desequilibrio en las conductas que llevan a consumir lo que nos genera placer en medio de tanta ansiedad y angustia gracias a la velocidad del ritmo de vida actual. Esto crea una serie de adicciones, que no son solo relacionadas a sustancias y fármacos. La forma de drogodependencia ha cambiado a la misma velocidad que los avances en la sociedad.
Es posible que no se sepa que existe una dependencia química, que es lo mismo que una enfermedad. Un ejemplo: cuando un sujeto se despierta con gripe no es culpable por haber contraído un virus o enfermarse de gripe. Lo adecuado es ir al médico, quien prudentemente observará todos los síntomas y realizará un correcto diagnóstico para la recuperación. Lo mismo ocurre en la dependencia química, ya que existe una lista de síntomas característicos que permite reconocer la presencia y sus efectos.
Existe una línea delgada al consumir ciertas cosas que hacen que el individuo se vuelva adicto. Muchas de ellas ahora son diseñadas precisamente con un potencial de adicción. Por ejemplo, la alta cantidad de productos que venden en los supermercados como galletas, dulces, panecillos, y todo lo que contiene alto nivel de azúcar. El azúcar de por sí es la droga legal más adictiva en el mundo. Las compras que de manera inmediata generan la sensación de bienestar por llenar un vacío; el consumo de las pantallas, como los videojuegos, las redes sociales, el internet, segregando mayor cantidad de dopamina en pocos segundos.
Lo anterior sucede ya que, al consumir la droga, la dopamina que se genera entre los espacios de las neuronas, proceso llamado sinapsis, es tan alto que lo hace mayormente excitante al recibirlo la siguiente neurona, y luego a la siguiente y a la siguiente. Para el cerebro esto es muy placentero, es por esto que busca repetirlo. Pero si se repite frecuentemente y a largo tiempo puede llevar a un deterioro neuronal y a que se active la adicción. Lo que regula el exceso de dopamina es el dolor. Por eso con el tiempo ya no se consume por placer sino para evitar el dolor. Es importante aquí se trabaje con la tolerancia a la frustración.
Históricamente, las drogas eran ingresadas al organismo por la vena, nariz o boca; ahora entran también a través de los ojos: compras, videojuegos, tiktok, Instagram, etc. A esto se agrega el contenido que muchos jóvenes comparten para generar un numero de “likes” para sentirse aceptados. Quienes presentan este tipo de conductas les cuesta trabajo dejar de repetirlo y de no hacerlo llegan a presentar nieves de ansiedad muy elevados, un estado de abstinencia que solo se calma volviendo a repetir la conducta. Aunque fluctúan en intensidad y frecuencia perduran a lo largo del tiempo generando cambios físicos, psíquicos o emocionales y sociales. Otras adicciones comportamentales de conductas compulsivas son el trabajo, el consumo en las nuevas tecnologías, sexo, compras compulsivas, ortorexia (obsesión por consumir alimentos sanos en porciones correctas) y otros trastornos alimentarios como vigorexia (síndrome de sobre entrenamiento) y algunas conductas autolesivas. Todas comparten características fenomenológicas, bases genéticas y neurobiológicas.
Nadie elije la adicción, así como nadie decide estar enfermo de diabetes. Y tampoco nadie elije el grado, depende de la condición de vulnerabilidad neurobiológica previa, pero es importante tomar en cuenta también factores psíquicos y sociales.
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