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Psicóloga Maira Gallegos

AUSENCIA DE LOS PADRES: TRES TIPOS DE DECISIONES DE LOS NIÑOS.

La infancia es el suelo sobre el que caminaremos el resto de nuestra vida.
Lya Luft.
Como una soledad crónica en la que no soy parte de nada…
Anamar Orihuela

En las etapas tempranas del humano, el contacto de los padres con los niños es necesario e importante. Éstos siempre están midiendo las reacciones de los adultos y es así como, con base en la aprobación, definen su personalidad; se verifica si funciona o no los comportamientos que muestran los infantes. Cuando los niños carecen de los nutrientes emocionales básicos (afecto, estructura y pertenencia) se sienten inseguros y abandonados, lo que desarrolla falta de amor propio y por lo tanto una personalidad falsa basada en los recursos que buscaron para tener la atención de los adultos o padres.
El sentimiento de los niños puede hacer pensar que algo en ellos está mal y que es por esa razón que los padres no los voltean a ver. Pensar “no soy valioso” “no soy importante para mi mamá o papá” “todo lo hago mal” genera en el niño una angustia de vida y un miedo a no ser visto, valorado o tomado en cuenta.
Para el infante el contacto de los padres es muy importante, así que buscará recursos para obtenerlo. Desde su angustia, miedo y sentirse abandonado actuará de diferentes maneras; tendrá conductas variadas para llamar la atención de los padres; manifestará formas de ser que no son congruentes con su propio yo; sacrificará esa personalidad auténtica para ganar valor y llenar las necesidades de contacto con los padres. Algunas veces hará como adulto, enfermándose, o siendo rebelde. Aunque es muy ilógico, a veces los niños buscarán el regaño de los padres, los gritos, los golpes, etc. ya que esto si da garantía de ser visto, lo cual es mejor a ser ignorado.
Desde que somos niños elegimos con base en nuestro temperamento los recursos con los que cada quien nos permitimos reaccionar de una u otra forma. Aunque en la misma familia existan varios miembros, cada uno actuará de forma diferente ante una misma discusión, o ante la misma realidad.
Las decisiones que se toman siempre suelen ser de tres tipos; para rescatar, para evadir y para llamar la atención.
Rescatar nos convierte en los cuidadores o protectores de nuestros padres o adultos. Nos volvemos los consejeros, el paño de lágrimas, aliados de la víctima, y curiosamente por muy pequeños que sean se sabe qué hacer. Se hace todo para complacer, pero en el fondo lo que se busca es el cariño y la aceptación. Los niños en la situación de rescatador olvidan sus necesidades ya que buscan el contacto y la cercanía con su madre o padre y se sacrifican con la esperanza de que ella o él vea que los necesitan. Estos niños crecen con la angustia de que los padres estén bien y deseando que nada les pase. Rescatar se convierte en una compulsión y una manera de evadir las propias necesidades. A la larga se ven en relaciones de codependencia, donde ellos mismos son capaces de desplazarse por otros. La forma de ir consolidando la personalidad falsa con este tipo de decisión es primero ver la necesidad de los padres, después las de la pareja y quien lo vaya permitiendo. Se vuelven esclavos del rescate. Se espera que algún día, en la etapa adulta, los padres imaginarios (los que ya no son los de la infancia) estén completos para cubrir esas necesidades. Y erróneamente se proyectan en alguna persona de las relaciones actuales de los adultos, por ejemplo, la pareja o los amigos.
La evasión lleva a un mundo donde se busca no sentir, ser ajeno a lo que sucede. Se niega la situación o el dolor y el conflicto que provoca. Es un tipo de anestesia emocional, se pierde la identificación con la situación y con la familia, lo que más adelante lleva a la falta de pertenencia a todo.
Existen muchas formas de evasión, por ejemplo, los videojuegos, el estudio, las drogas, la música, las fiestas, los amigos, el trabajo, etc. Sobre todo, en la adolescencia es cuando se busca no sentir el dolor que genera la situación familiar o la ausencia de los padres. Es una decisión que se toma para sobrevivir. Aunque muchas veces nos hace solitarios, arrogantes o exitosos, pero nunca llena la necesidad de contacto y genera poca capacidad para éste.
Llamar la atención es otro recurso de los niños para satisfacer la necesidad de contacto. También se le llama el chivo expiatorio, ya que es quien se sacrifica por la familia, actúa los problemas de ésta. Estos niños son los que tienen mala conducta en la escuela y malas calificaciones; se involucran en problemas de drogadicción, pero realmente es el problema de no llenar las necesidades afectivas desde el seno familiar.
Por lo general se llama la atención siendo rebeldes, enfermándose, lastimándose el cuerpo, con drogas o alcohol, incluso siendo perfeccionistas, demasiado maduros y sacando excelentes calificaciones. Una serie de cosas y conductas que no corresponden a la edad. La finalidad es gritar ¡véanme, aquí estoy! Y para ello hay muchas formas de hacerlo.
Llamar la atención finalmente busca el contacto y se puede hacer también mediante caricias negativas. Hay muchos niños y adolescentes problema que solo buscan llamar la atención, afecto, limites, y pertenencia.
Las decisiones que vamos tomando a lo largo de la vida llenan nuestras necesidades afectivas o hacen algo para compensar lo que está mal en nosotros. Se tienen conductas y acciones que se convierten en una forma de identidad. Frases como “yo soy el mediador de la familia” “yo soy el hijo problema” “yo soy el que hace feliz a mamá” son las que crean una identidad falsa en la que se olvidó quien es la persona real. Eso funcionó en la infancia, cuando eras niño. El problema es que se convirtió en la forma, y que pensamos que es la única de llenar nuestras necesidades.
En la adultez hay muchas posibilidades de llenar las necesidades de afecto y contacto, pero no se conocen y se siguen utilizando las que sirvieron de niños. Es importante que no se olvide lo que realmente es necesario y quien se es en verdad, sin los recursos que sirvieron de niños.
Las heridas de la infancia marcan significativamente la vida. El dolor es un motor evolutivo que permite la transformación si lo vivimos como adultos, con mayor autonomía y capacidad para sanar y liberar.
Las emociones son una realidad que suceden en el interior y se expresan en el cuerpo físico. Necesitan de los nutrientes del afecto, la pertenencia y la estructura y los límites.
Los padres tampoco tuvieron el afecto y la protección, misma de la que se carece cuando niños. En realidad, es parte de una cadena de dolor y de ausencia. Ellos no dieron lo que no tenían. Si hay un malo en este tipo de historias se llama ignorancia. Hay que dejar de identificarse con los dolores, carencias y máscaras y entender que somos aprendices de lecciones.

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