Psicóloga Maira Gallegos
HERIDA DE TRAICIÓN
La pérdida de control es siempre el origen del miedo. Pero también es siempre el origen del cambio.
James Frey
La vida y las personas nunca son como se espera que sean. Esto comienza cuando los padres que son nuestros héroes, que se supone que nos cuidarían con amor, hacen lo contrario. Se cae la imagen de uno de ellos o de ambos ante los ojos del niño. Si hay una crisis en la familia él la percibe como estrés y falta de paz. Crea un entorno lleno de miedo, desconfianza e incertidumbre. Entonces nace un sentimiento de traición, falta de fe y miedo a que las personas más cercanas te lastimen, lo que pone a la defensiva siempre hacia todo y todos.
La herida de traición nace cuando se pierde la visión de respeto y amor por los padres o alguien muy importante en la vida, por ejemplo, un abuelo o un hermano.
Para los niños los entornos estables y predecibles ayudan a incrementar su confianza y ocupa la energía para crecer con paz y tranquilidad de saber que es cuidado, amado, protegido y que no corre peligro.
Los ambientes poco estables para un niño incrementan su angustia. Cuando no hay equilibrio, se busca, pero los niños no razonan al mismo nivel que los adultos. Por ejemplo, si la madre es una controladora y perfeccionista, no comprenden que ella no se permite equivocarse, pero pueden sentir estrés y falta de paz. Esto desarrolla miedo y falta de confianza en el entorno y los demás.
La pérdida de confianza en alguna persona, en uno mismo o en la vida es lo que básicamente desarrolla la herida de traición. Las cosas no fueron como se pensaron. Por ejemplo, padres que tienen otras familias o que son alcohólicos. La realidad de un hijo de padre alcohólico es muy dura ya que no sabe lo que pasará si su padre bebe. Existe mucha incertidumbre y miedo, se siente incapaz de proteger y tampoco tiene protección y no hay estabilidad. Esto también es una forma de abandono de los padres y en ocasiones se desarrollan ambas heridas; la de abandono y la de traición, lo que impide tener seguridad y control, asumiendo responsabilidades que no les corresponden.
Cuando un niño no puede completar sus etapas de juego, creatividad, fantasía, y libertad que son fundamentales para ser un adulto, sufre un daño. Gracias a los juegos se encuentra felicidad en esta vida y crecemos como adultos sintiendo el derecho a ser libres, creativos y con la capacidad de soñar. La infancia que se roba a un niño es un crimen, pues se pierde la alegría de vivir y se entra a etapas de defensa, miedo y razonamiento que no son propios a la etapa. Todo pasa a un deber ser y la vida adulta casi no tiene espacio para sentir gozo.
Esta herida entonces desarrolla una gran necesidad de control. La persona ya ha pasado por la incertidumbre y la desconfianza, entonces tiene que crear un ambiente donde él mismo siente que puede controlar con muchas defensas. Existe una gran necesidad por controlar las situaciones, pero también a las personas, que las cosas sean como él cree que tienen que ser y como dice que son, como piensan que son, etc. Es una forma de sentir confianza porque aprendió que si lograba que las cosas fueran a su modo disminuye el miedo y la incertidumbre.
Para ser un controlador se deben desarrollar muchas habilidades y una de ellas y la más importante es la mente rápida. No es fácil controlar todo. La mente rápida permite leer lo que pasa en su entorno e imaginar qué pasará para poder controlarlo. Piensan en lo que puede ir mal, en quien le puede mentir, en corregir, en los peligros y permanecen en un estado de alerta constante. Es muy común el complejo de adivino, es decir, que creen que pueden leer la mente de las personas, y con la mirada imaginan lo que la gente planea. Tienen una mente paranoica, siempre buscando lo oculto, algo que no cuadre. En pocas palabras, no confían en nadie y creen que cualquiera puede mentirle o verle la cara. Se enfoca en la mentira y en la paranoia, viviendo cosas que aun no pasan. Se plantea estos escenarios para prevenir que la realidad no lo tome por sorpresa, pues no sabe lidiar con la incertidumbre y las cosas que se salen de control. En realidad, no se dan cuenta que con esto vive realidades que no suceden y solo reproduce en su mente para reafirmar la traición una y otra vez. El inconsciente no sabe de verdades o ficción; cuando piensas en tu cabeza lo vives y se producen la emoción que reafirman tu posición de defensa.
Las altas expectativas son una fuente de traición constante. Si bien todos tenemos expectativas, pero cuando se crean desde el dolor de la traición no se logra adaptar a la realidad y solo ocasiona más frustración, enojo y refuerzo en la herida. Los controladores pasan mucho tiempo interpretando y buscando la mentira que se vuelven perceptivos. Pueden darse cuenta de cosas que nadie percibe, pero no quiere decir que la herida no exista o que siempre tengan la razón.
Para una persona con esta herida le cuesta mucho o tiene mucho peso que le mientan. Hay una confrontación con ellos mismos y con las personas por su miedo a ser traicionados y les cuesta abrir sus emociones y sentimientos a los demás. Si dan su confianza son como niños idealizando a las personas. Pero todos somos imperfectos y si el otro se equivoca, cree que la persona no es digna de su confianza y se vuelve a cerrar.
No todo es malo es estas personas. Como son buenos controlando, por lo general son lideres, buenos organizadores, son eficientes, capaces en lo que hacen y prestan mucha atención en su imagen. Generan magnetismo y se les ve como personas que saben todo, por lo que generan confianza. Son protectores, seductores y manipuladores. Capaces de hacer todo por cuidar a los que están a su lado. Las personas con necesidades afectivas se pueden enganchar fácilmente, así que son vulnerables a dejar que controlen sus vidas, hasta el punto de perder identidad. El controlador siente que le perteneces.
Las personas con herida de abandono tienen mucha necesidad afectiva y relacionarse con un controlador puede traer mucho dolor, sobre todo si se le permite controlar su vida; todo el tiempo estará en la angustia de cumplir sus expectativas y no hacer algo que lo haga estallar para que no la vuelvan a abandonar. El enojo es otra forma de control; intentarán hacer todo para seguir teniendo el control, como el chantaje, el victimismo, la amenaza y el enojo.
En realidad, estas personas sienten soledad y pocas veces sienten paz, pero las sienten cuando resuelven, producen y piensan en lo que hay que hacer y cómo. Por esto tienen poco contacto con sus verdaderas necesidades y poco se escuchan así mismos. Buscan estar haciendo siempre algo, como irse de compras, salir de fiesta, viajar, pero después vuelven a sentirse vacíos y tristes y regresan compulsivamente a la actividad. Son celosos y perseguidores y con alma de chingaquedito. Críticos, algunas veces hacen sentir incapaces a los demás y pueden ser grandes destructores de autoestima si se lo proponen, ninguneando y pendejeando a los de su alrededor. Sienten que ellos terminan haciendo todo; no saben recibir, son rescatadores, proveedores y resuelven la vida de los demás, pero anhelan ser protegidos, soltar, confiar y sentirse amados. Llevan una máscara de fuertes y las personas terminan creyendo que no necesitan nada por lo que no se percatan de sus necesidades. Pero si ni él mismo las tiene claras. Se siente ignorado y abandonado, pero bajo control.
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