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¡YA VIENE EL 8 DE MARZO!

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, no es una celebración, es una jornada de lucha, de memoria y de resistencia. Cada año, las calles se tiñen de morado, las voces se alzan y las consignas resuenan con fuerza porque la realidad nos sigue recordando la urgencia de transformar las estructuras que sostienen las violencias y desigualdades de género.
En un país donde diariamente son asesinadas al menos diez mujeres, donde las cifras de violencia doméstica, acoso y discriminación siguen siendo alarmantes, el 8M es un grito colectivo que exige justicia y un compromiso real para erradicar estas violencias. No basta con reconocer los derechos de las mujeres en las leyes si en la práctica persisten las brechas salariales, la falta de acceso a la justicia y la impunidad.
La violencia de género no es un fenómeno aislado; es estructural. Se manifiesta en las decisiones que niegan a las mujeres la posibilidad de acceder a espacios de poder, en los estereotipos que limitan nuestras capacidades y en las instituciones que, muchas veces, nos revictimizan. Por eso, el 8M también es un recordatorio de que las luchas feministas no son modas pasajeras, sino movimientos que han conquistado derechos con años de organización y resistencia.
Es importante recordar que esta lucha no solo es por las mujeres que hoy podemos alzar la voz, sino también por aquellas que ya no están. Por las víctimas de feminicidio, por las desaparecidas, por las que sobreviven a la violencia todos los días y por las futuras generaciones. Marchamos por las niñas que merecen crecer en un mundo donde sus sueños no estén limitados por su género, donde puedan caminar sin miedo y ocupar los espacios que deseen, ya sea en la política, la ciencia, el arte o cualquier ámbito que elijan.
El papel de las instituciones también es clave. Desde los espacios legislativos, es imprescindible seguir impulsando reformas que garanticen la igualdad sustantiva, combatan la violencia estructural y aseguren que las mujeres vivan libres de miedo. Pero más allá de las leyes, es vital cambiar las narrativas, desaprender lo que nos ha oprimido y construir una sociedad que valore la diversidad, la sororidad y la justicia.
Además, es fundamental visibilizar las múltiples formas de violencia que enfrentan las mujeres indígenas, afrodescendientes, trans, con discapacidad y de comunidades rurales. El feminismo debe ser interseccional, reconociendo que no todas las mujeres vivimos las mismas opresiones y que las soluciones deben ser integrales, atendiendo las distintas realidades que atravesamos.
Este 8 de marzo, salgamos a las calles, alcemos la voz y recordemos que cada paso que damos juntas es un paso hacia un mundo más justo. Porque la lucha continúa, porque nuestras demandas siguen vigentes y porque, hasta que la igualdad sea costumbre, el feminismo será resistencia. ¡Ya viene el 8M! Y que nos encuentre unidas, fuertes y decididas a transformar el presente y conquistar el futuro.

M.F. María del Carmen Salinas Flores