8 de marzo: El día que el mundo nos escuche
(y no nos olvide)
Cada 8 de marzo, el mundo se detiene por un momento para escuchar la voz de las mujeres. Es un día que incomoda, porque no es de celebración ni de discursos vacíos. Es un recordatorio de que la lucha sigue, de que la justicia aún es esquiva y de que, por más avances que parezcan lograrse, el peligro de retroceder siempre está latente.
Imagina que cada historia de violencia de género fuera un eco, una vibración en el aire. El sonido sería ensordecedor. La voz de la mujer que tuvo que renunciar a su trabajo por acoso. El susurro de la que teme volver sola a casa de noche. El grito de la madre que perdió a su hija por feminicidio. El murmullo de quienes callan porque saben que, si denuncian, probablemente nadie les creerá.
Pero el 8 de marzo, todo ese ruido se convierte en un rugido. Es el día en que tomamos las calles, en que nuestras historias se escriben en pancartas, en que exigimos lo que nos han negado por siglos: respeto, justicia, igualdad, libertad. Por un día, el mundo no puede ignorarnos.
El problema es que, cuando el 9 de marzo llega, todo vuelve a la normalidad. Las noticias dejan de hablar del tema, las empresas guardan sus campañas de “empoderamiento”, y los gobiernos siguen sin aplicar políticas reales para erradicar la violencia de género. La indignación es fugaz, la memoria es frágil y el sistema sigue funcionando como si nada hubiera pasado.
Pero cada año el rugido es más fuerte, porque somos más las que sabemos que el cambio no se pide: se exige. Y no solo el 8 de marzo. Cada día que una mujer es acosada en el transporte público, cada vez que una víctima es revictimizada por la justicia, cada vez que una niña crece con miedo en lugar de sueños, el sistema debería estremecerse.
El verdadero reto del 8 de marzo no es solo hacernos escuchar, sino obligar al mundo a recordar el 9, el 10 y todos los días. Porque cuando el eco de nuestras voces deje de ser necesario, cuando la lucha no tenga que repetirse año tras año, cuando la igualdad no sea una meta sino una realidad, ese día, y solo ese día, habremos ganado.
M.F. María del Carmen Salinas Flores