Más que un discurso: exigimos resultados
Dra. Verónica Arredondo
Cada año, el 8 de marzo nos recuerda que la lucha por la igualdad de género sigue vigente. No es una moda pasajera ni un discurso vacío que las autoridades repiten sin resultados esperados tangibles. Es un llamado urgente a la acción para garantizar que la equidad no sea solo un ideal, sino una realidad que transforme la vida de las mujeres en todos los ámbitos.
A lo largo de la historia, las mujeres han demostrado su capacidad de organización, resistencia y transformación social. Gracias a sus luchas, hoy gozamos de derechos que en otros tiempos parecían impensables. Sin embargo, todavía enfrentamos grandes obstáculos: la violencia de género continúa, la brecha salarial es una realidad persistente y muchas mujeres siguen sin acceso a oportunidades educativas y laborales. Es momento de exigir que los cambios sean estructurales, que las leyes se cumplan y que la justicia no sea un privilegio para unas pocas, sino un derecho garantizado para todas.
La sororidad no es un concepto de moda, sino un pilar fundamental para la construcción de una sociedad más justa. La empatía y la solidaridad entre mujeres han sido la base de los movimientos feministas, y hoy más que nunca, debemos fortalecer esos lazos. No podemos permitir que la violencia, el machismo y la indiferencia nos dividan. La unión es nuestra mayor herramienta para avanzar hacia un mundo donde la igualdad no sea solo una aspiración, sino una realidad tangible.
Para lograr un mundo más justo, es imprescindible reconocer que las desigualdades no solo se viven dentro de nuestras fronteras, sino que se agravan cuando las mujeres se ven obligadas a migrar en busca de un futuro mejor. La migración es una realidad global, y es uno de los obstáculos para las mujeres, que no puede ni debe ser criminalizada. Miles de mujeres abandonan sus países en busca de mejores oportunidades, huyendo de la pobreza, la violencia o la falta de acceso a la educación. Sin embargo, el camino migratorio es especialmente cruel para ellas, exponiéndolas a la explotación laboral, la violencia sexual y la vulnerabilidad jurídica.
No podemos seguir ignorando la falta de estructuras que protejan a las mujeres migrantes, tanto en los países de destino como en sus lugares de origen. Es urgente que los gobiernos implementen políticas de protección real, que reconozcan a las mujeres migrantes como trabajadoras internacionales con derechos y no como cifras en reportes oficiales. Garantizar su seguridad, acceso a empleos dignos y apoyo integral es una deuda que las sociedades deben saldar.
Por otro lado, la violencia estructural contra las mujeres no se limita a quienes emigran. En nuestros propios países, las cifras de feminicidios continúan en aumento, la violencia económica y laboral persiste, y muchas mujeres aún viven con miedo. El sistema patriarcal sigue oprimiendo, pero también seguimos luchando. No pedimos privilegios, exigimos derechos, justicia y un entorno donde podamos vivir sin temor.
Las palabras vacías de las instituciones públicas y privadas ya no son suficientes. Queremos leyes que se apliquen, refugios seguros para las víctimas de violencia, acceso equitativo a la educación y una sociedad donde ser mujer no implique un riesgo constante. Necesitamos políticas públicas con perspectiva de género que no solo se queden en el papel, sino que se reflejen en la vida cotidiana de las mujeres.
El compromiso con la igualdad no puede depender de un solo día al año. No basta con que las instituciones y empresas cambien sus logotipos a color morado cada marzo si no toman acciones concretas para erradicar la discriminación. Queremos presupuestos destinados a programas que realmente impacten, queremos cifras transparentes, queremos resultados.
No es casualidad que en diversos países las mujeres estén tomando el liderazgo en espacios de decisión. La llegada de mujeres a cargos de poder no debe ser simbólica, sino una oportunidad para que la perspectiva de género se convierta en el eje de las políticas públicas. Las mujeres sabemos lo que necesitamos y queremos participar en la construcción de un futuro con igualdad.
A pesar de los desafíos, la lucha sigue y seguirá. Nosotras, las mujeres, nos reconocemos en nuestras historias, en nuestras resistencias y en nuestra capacidad de transformar el mundo. Sigamos organizándonos, educándonos y exigiendo nuestros derechos con la certeza de que un futuro más justo es posible.
Las nuevas generaciones tienen el reto de continuar esta lucha con las herramientas que el presente les ofrece. La tecnología, la educación y el acceso a la información son aliadas fundamentales para el cambio. Pero también es necesario que la sociedad en su conjunto asuma su papel y entienda que la igualdad de género no es una concesión, sino un derecho humano innegociable.
Este 8 de marzo no es solo una fecha para recordar, es un día para reafirmar nuestra convicción de que la igualdad es el camino hacia una sociedad más justa. No estamos solas, no estamos cansadas, y no daremos un paso atrás. Seguiremos caminando juntas, porque el cambio es imparable y el futuro también es nuestro!