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El desastre que viene

Por Claudia Anaya Mota

Lo digo y lo sostengo: la reforma judicial fue mal concebida, mal planeada y peor ejecutada. Todo parte de una premisa equivocada: creer que la justicia debe responder a la popularidad. Confundieron legalidad con aplausos. Alegan que “el pueblo” lo pidió, pero la justicia no es un acto de voluntad colectiva, sino de respeto a la ley.

Un juez no está para obedecer a las mayorías ni para hacer lo que grite la multitud. Está para hacer cumplir la ley, incluso —y sobre todo— cuando eso implica proteger a las minorías de las mayorías.

El pasado domingo cayó el mito del “mandato popular”. Si de verdad el pueblo exigía esta reforma, lo habría expresado en las urnas. Pero el 87% del padrón se quedó en casa. Ni siquiera logró entusiasmar a los votantes de Morena.

Y aun así, avanzamos hacia un cambio radical: una nueva Suprema Corte, un Tribunal de Disciplina con poderes prácticamente absolutos para castigar jueces y magistrados sin reglas claras, y la renovación de más de la mitad del Poder Judicial. Todo esto con la bendición del desinterés ciudadano.

Lo preocupante no es solo el fondo, sino la forma. Quienes ocuparán esos nuevos cargos, en su mayoría, no tienen carrera judicial. No conocen el funcionamiento de un juzgado ni la complejidad de un tribunal. Llegarán a resolver cientos —o miles— de casos acumulados, sin conocer al personal, los procesos ni la dinámica de las cortes que dirigirán. Y, en muchos casos, su equipo sabrá más que ellos.

¿Cuánto tiempo tomará que, al menos, entiendan qué están haciendo? ¿Meses? ¿Años? La experiencia judicial no se improvisa. No es lo mismo llegar tras décadas de escalar dentro del Poder Judicial, que sentarse de golpe en una silla desconocida, rodeado de estructuras y procesos que se ignoran por completo.

Sí, es posible que unos pocos lleguen con preparación. Pero la mayoría no. Y eso pone en jaque no solo la calidad de la justicia, sino su continuidad. La carrera judicial no era perfecta, pero ofrecía una ruta para mejorar. Ahora, el panorama es incierto.

Y no solo hacia adentro. Esta elección nos mete en un problema internacional. Un Poder Judicial electo bajo estas condiciones viola los compromisos del T-MEC, justo cuando su renegociación está por comenzar. Para septiembre u octubre, cuando estemos viendo —o sufriendo— las primeras consecuencias de esta reforma, también podríamos enfrentar represalias externas.

El desastre viene. Y lo estamos viendo llegar en cámara lenta.

Senadora de la República