Skip to main content

La necesaria unidad interior para resistir la presión del exterior

Por: Claudia Anaya Mota

Desde hace varios meses, advertí desde la tribuna del Senado de la República que muchas de las reformas impulsadas por MORENA no respetaban el marco del derecho internacional, los tratados internacionales suscritos por México, ni diversos compromisos adquiridos en el T-MEC. Anticipé que esas decisiones traerían consigo más problemas que soluciones. La mayoría oficialista, sin embargo, desoyó esas alertas.

Hoy, ese tiempo de advertencia ha quedado atrás. Nos encontramos en un escenario complejo, que no puede ni debe minimizarse. Internamente, el Estado mexicano se ha debilitado por múltiples factores: el avance del crimen organizado en la vida pública y política de varios estados; el crecimiento de la deuda pública que compromete recursos e inversión social a futuro; una economía estancada, sin capacidad de generar bienes ni servicios de calidad; y reformas constitucionales que concentran el poder, debilitan la democracia y reducen la transparencia.

Externamente, estamos por cumplir seis meses de una nueva etapa en la relación con Estados Unidos bajo el segundo mandato de Donald Trump, que arrancó con una fuerte presión en dos frentes: migración y tráfico de fentanilo. La cordialidad y el entendimiento diplomático construidos durante décadas parecen haberse esfumado.

Las críticas desde Washington sobre la falta de capacidad del Estado Mexicano para detener, procesar y encarcelar a los grandes líderes del narcotráfico han debilitado aún más el diálogo binacional. Las declaraciones de la Presidencia sobre la “cabeza fría” parecen haber quedado rebasadas, en medio de reproches mutuos y acusaciones de “negociaciones con criminales”. La imposición de aranceles por parte del gobierno estadounidense amenaza con dinamitar la posibilidad de una nueva etapa de cooperación comercial bajo el marco del T-MEC.

Los recientes reclamos por parte de Estados Unidos por la mudanza de las operaciones de carga al AIFA y la reducción de operaciones en el AICM, que diezmaron, sostienen, la actividad de las aerolíneas estadounidenses, provocarían que las operaciones chárteres (de pasajeros y carga) deban ser aprobadas previamente en ese país a partir del 29 de julio y, de manera preliminar, se ha informado que el próximo 25 de octubre puede dar por terminada la autorización de inmunidad antimonopolio que tiene la alianza Aeroméxico-Delta.

Estos son apenas algunos de los desafíos inmediatos. Lo preocupante es que México no los enfrenta en unidad. Tras los recientes resultados electorales, la mayoría gobernante actúa como si el pluralismo político fuera innecesario y como si la concentración del poder fuera el único camino viable. Nada más lejos de lo que el país necesita.

La estrategia de dividir y polarizar nos debilita frente a un entorno internacional hostil. En estos momentos, la fortaleza radica en la unidad. Solo desde el consenso y el diálogo entre todas las fuerzas políticas podremos responder con firmeza a los retos y defender el interés nacional.

La Presidencia de la República no solo representa la unidad del Estado mexicano, sino también la de todas y todos los ciudadanos. Su obligación es fomentar acuerdos y construir entendimientos que protejan la soberanía y garanticen la estabilidad en todo sentido. En el Congreso de la Unión, las mayorías deben recordar que las minorías también tenemos voz, y sobre todo, ideas y propuestas que aportar.

Todavía estamos a tiempo de cerrar filas al interior. Si lo hacemos con altura de miras y voluntad política, México puede salir adelante, con dignidad, con fuerza y con rumbo.

Senadora de la República