La congruencia para defender la división de poderes
Por: Claudia Anaya Mota
La congruencia es un valor esencial en la vida pública y, sobre todo, en la política. Solo a través de la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace es posible sostener la confianza ciudadana. La gente exige que las posturas frente a temas de interés nacional no sean simples discursos, sino actos que reflejen el compromiso real de quienes representamos su voz.
Un político congruente genera confianza. Y esa confianza es indispensable para la gobernabilidad y la estabilidad de cualquier democracia.
En entregas anteriores he compartido las razones por las que considero que la reforma judicial no tuvo como objetivo mejorar nuestro sistema de justicia ni poner en el centro a las víctimas del delito. Por el contrario, fue una maniobra diseñada para que el oficialismo cooptara los tres poderes de la Unión y consolidara un modelo político bajo una lógica tan peligrosa como simplista: “estás conmigo o contra mí”.
Esa farsa quedó institucionalizada el pasado 1 de septiembre, cuando 881 nuevos juzgadores rindieron protesta en el Senado. Frente a ello, mis compañeros de bancada y yo decidimos no asistir. Fue un acto de congruencia: no convalidaremos un engaño disfrazado de democracia que pone en riesgo la independencia judicial y el equilibrio de poderes de la República.
La división y el contrapeso entre Ejecutivo, Legislativo y Judicial son la base de cualquier democracia moderna. Sin ellos, el poder se concentra y abre la puerta al autoritarismo. Con las reformas impulsadas por Morena y sus aliados, ese riesgo se ha multiplicado de manera alarmante.
Los contrapesos impiden que un solo poder cambie de manera abrupta las reglas del juego democrático. Así, las transformaciones se logran mediante el consenso social y político, lo que refuerza la legitimidad del sistema. Sin embargo, con un Poder Judicial integrado por perfiles cercanos al oficialismo, la voz de las minorías corre el riesgo de silenciarse.
La autonomía de los tres poderes garantiza que la ciudadanía cuente con canales legítimos para resolver conflictos sin recurrir a la violencia o la desobediencia. Una justicia independiente es la única vía para que la gente confíe en que sus derechos serán respetados incluso frente al propio gobierno.
Hoy hago votos para que esta nueva etapa en la vida del país no signifique un retroceso histórico que fracture la convivencia pacífica ni debilite la imagen de México en el concierto internacional.
Pero no basta con los votos ni con las advertencias desde la política: es la ciudadanía la que tiene en sus manos la defensa del equilibrio de poderes. El silencio o la indiferencia son el mejor aliado del autoritarismo. De ahí la importancia de exigir, participar y vigilar. Porque si dejamos que un solo poder controle a todos, lo que está en juego no es solo la democracia: es nuestra libertad.
Senadora de la República