LA DESAPARICIÓN DEL FONDEN
Por: Arturo Nahle García
Los desastres naturales no se pueden evitar pero si prevenir; gracias a los sismógrafos y satélites hoy podemos saber con cierta anticipación cuándo y dónde habrá tormentas, ciclones, huracanes, terremotos, tsunamis, erupciones o heladas; incluso sequías prolongadas e incendios forestales.
Ya sabemos en qué épocas del año suelen ocurrir estos fenómenos y que lugares son más propensos a ser afectados; sin embargo las autoridades, fundamentalmente municipales, siguen permitiendo asentamientos humanos y construcciones en zonas de alto riesgo, en los márgenes de ríos y arroyos o en barrancas y laderas propensas a desgajarse.
Y cuando llega el temporal pasa lo que hoy estamos volviendo a ver, pueblos y ciudades en medio del desastre, con muertos y heridos, casas y negocios inundados o destruidos, patrimonios perdidos, servicios públicos suspendidos y gobiernos rebasados ante el caos generado por la madre naturaleza.
Como olvidar cuando en 1988 “Gilberto” arrasó con Yucatán y Cancún; o cuando “Paulina” en 1977 devastó Acapulco; o cuando en el 2005 “Wilma” golpeó la Riviera Maya; o cuando en el 2013 “Ingrid” y “Manuel” nos pegaron prácticamente de manera simultánea; o cuando en el 2015 “Patricia” azotó durísimo la costa de Jalisco; o más recientemente, en el 2023, los tremendos estragos que “Otis” le generó al sufrido Acapulco.
Y ni para que hablar de los terremotos de 1985 y 2017 en la Ciudad de México, el de 1995 en Colima o el de Oaxaca en 1999.
Cuando sobrevienen estas tragedias no son las áreas de Protección Civil las que nos sacan del atolladero, ni siquiera los bomberos, son el Ejército y la Marina los que con el Plan DN-III apoyan a las autoridades locales a buscar y rescatar personas, a evacuar comunidades en riesgo, a administrar los albergues, a hacer recomendaciones a la población y a proporcionar seguridad y vigilancia a las áreas afectadas.
Luego viene lo más tardado y costoso, la distribución de apoyos a damnificados y la reconstrucción de viviendas e infraestructura.
Pues ahora le tocó a Veracruz, a Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí y Querétaro; las intensas lluvias desbordaron presas y ríos dejando innumerables pérdidas humanas y materiales.
La Presidenta de la República, las y los gobernadores, de inmediato se plantaron en las zonas afectadas para coordinar los esfuerzos institucionales que casi siempre suelen tardíos o insuficientes; pero lo que ahora si fue muy vasto y puntual fue el golpeteo político, los opositores a la 4T cuestionando la desaparición del Fondo Nacional de Desastres Naturales (FONDEN). Y es que en el 2021 López Obrador tomó esa decisión con el argumento de que el fideicomiso se había utilizado para jugosos actos de corrupción.
El FONDEN lo implementó Zedillo en 1996 pero comenzó sus operaciones formales hasta 1999; para que se activara el Fondo los Estados tenían que pedirle a la Secretaría de Gobernación que publicara una declaratoria de emergencia o desastre, la asignación de recursos se hacía bajo estrictos controles respaldados en convenios y reglas generales previamente establecidas, el sistema era extremadamente burocrático.
Pues ahora los apoyos para emergencias naturales provienen de partidas presupuestales directas, eliminando la figura del fideicomiso. El gobierno federal determina la asignación de recursos para cada desastre en función de las necesidades y el presupuesto existente; sin embargo el nuevo modelo conserva la obligatoriedad de declarar formalmente la emergencia.
También se ha cuestionado a las y los gobernadores porque dejaron de contratar seguros privados para este tipo de contingencias, en síntesis, el golpeteo no se ha dejado esperar, todos quieren lucrar políticamente con la tragedia, hasta los grupos de la delincuencia organizada que ya andan repartiendo despensas en los municipios que controlan.
Yo creo que mucho ayuda el que no estorba, limitarse a culpar a los adversarios políticos de que no avisaron oportunamente a la población, que indebidamente abrieron las compuertas de una presa, que no desazolvaron los ríos y no sé cuántas mentiras más, lo único que genera es desinformación y más polarización en momentos en que lo que se requiere es unidad y auténtica solidaridad nacional.