Noviembre: La dificultad de entender la muerte
Dra. Verónica Arredondo
Ya sabemos que la muerte es parte del proceso de la vida. La muerte ocurre porque tiene que ocurrir y es ineludible. Basta. No hay que estigmatizarla, ni odiarla, ni romantizarla. La muerte viene y nos abraza, es lo más natural de la vida. No vamos a entender la muerte como extinción de la vida o su fin, porque básicamente el fin de la vida es la misma vida. La vida es porque es vida y ya, sanseacabó. Pero todo esto es muy filosófico y yo soy matemática y desde ahí, desde ese lugar, sí que puedo explicar la muerte. Hoy no lo voy a hacer, eso me lo guardaré para más tarde o para nunca.
Ocurre que en mi patria, en mi lugar de origen, que es un pedazo de mi patria, hay una celebración enormemente bella que es un culto a los muertos. Recordamos a nuestros seres queridos que se han ido, y los recordamos con festejos, y comida, y bebida y fiesta. Quizá en gran parte del mundo esto no se entienda, pero así hemos construido esta rutina, esta forma de confrontar la muerte. Nos hemos ganado el derecho a convivir con nuestros muertos porque así lo hemos decidido y listo.
En mi estado, la verdad es que la tradición festivalera no existía hasta bien hace poco. El culto sí, pero era una cosa más privada, más íntima, ahora pareciera que somos del centro o sur del país porque casi reproducimos ese tipo de festejos. Yo qué sé, estamos locas y locos, porque la muerte es parte de nuestras vidas. Quise escribir este texto posterior al desfile del Día de Muertos de Zacatecas porque necesitaba verlo y vivirlo y en serio que es increíble. Ojalá que puedan experimentarlo en el futuro.
No sé de qué forma entendemos la muerte
Hace pocos días, mientras en otras partes del país acontecía una celebración importantísima social y culturalmente hablando, en Apatzingán, Michoacán, Carlos Manzo, el presidente municipal era asesinado durante esas mismas celebraciones. Carlos Manzo fue un líder social, alguien que representaba a la gente y que tenía ideas que a la comunidad le interesaban. No se merecía lo que aconteció. Fue un político importante, querido, de gran potencial, pero al final, terminó como nadie quiere terminar. Creo que no merecemos que asesinen a nuestros líderes. Creo que merecemos que cuiden de nuestros intereses. Creo que necesitamos de un país y un gobierno que esté con nosotros y para nosotros. No sé qué piensen ustedes. Yo apelo a lo que se siente la decepción, pero también apelo a la esperanza.
Yo recuerdo a todos mis muertos, desde el primero hasta el más reciente. No es fácil vivir con ese pensamiento pero es mejor recordarlos que intentar olvidarlos. No hay que olvidar a la gente que hemos querido, los que nos han acompañado. Nuestra gente somos nosotros mismos, mismas. Nuestros muertos somos nosotros y nosotros siempre, siempre, siempre, seremos gestos, palabras, aromas, risas, dolores, tristezas y lágrimas. La pequeña y gran comunidad se construye desde el entendimiento de que no olvidemos a la gente. Yo tengo mi raíz en ello, mi familia, mis amigas y amigos.
No hay deshumanización, pero algo hay
No sé cómo haya sido la realidad de hace cien años. No me consta ni me abonaría saberlo. Solo siento que esta, que es mi realidad, es casi inhumana. No quiero que sea así. Quiero ayudar a transformar mi entorno para que todas y todos seamos felices. Quizá no lo logre. Quizá sea demasiado tarde. Me gustaría pensar que hay más personas que piensa como yo. Me gustaría pensar que somos un ejército de soñadores y que por eso somos invencibles, pero, la verdad, es que quién sabe. Yo, entre otras cosas, escribo, y que quienes me lean reflexionen a partir de ello. Luego no sé qué va a pasar. Nuestros muertos y muertas, sí lo sé, siempre han sido importantes.



