Zacatecas en la Revolución: memoria, lucha y mujeres que sostuvieron la historia
Hablar de la Revolución Mexicana en Zacatecas es hablar de territorio, estrategia y resistencia. Pero también es hablar de mujeres. De esas figuras que la historia oficial ha relegado demasiado tiempo a pie de página, pero sin las cuales el país no habría podido levantarse, sostenerse ni transformarse. Zacatecas fue escenario de uno de los episodios más decisivos de la Revolución —la Batalla de Zacatecas, en 1914— y, al mismo tiempo, un espacio donde las mujeres escribieron capítulos silenciosos pero fundamentales.
La geografía marcó el destino de esta tierra. Su ubicación estratégica permitió que el movimiento revolucionario avanzara hacia el centro del país, y su gente —campesinas, comerciantes, maestras, madres, jóvenes y niñas— vivió de cerca no solo los embates del conflicto, sino el surgimiento de nuevas formas de participación social y política. Mientras los reflectores se concentraban en Villa, Natera o Pánfilo Natera, miles de mujeres zacatecanas hicieron posible la logística, la comunicación, la alimentación y la supervivencia de ejércitos enteros.
Entre esas mujeres destaca María de la Luz Alcántar, originaria de Valparaíso, Zacatecas. Conocida por su valentía, se incorporó al movimiento villista como mensajera y enlace comunitaria. Su papel fue decisivo en varias comunicaciones militares previas a la Batalla de Zacatecas, pues aprovechaba su “invisibilidad social” como mujer joven para trasladar mensajes, mapas y avisos estratégicos que hubieran sido imposibles para un soldado. Además, protegió a familias desplazadas y organizó refugios improvisados para niñas y mujeres durante los días más violentos del conflicto. María de la Luz representa a tantas zacatecanas que, sin uniforme ni reconocimiento oficial, sostuvieron la Revolución desde la inteligencia, la logística y el cuidado.
En la Revolución, las mujeres en Zacatecas no fueron acompañantes pasivas: fueron insurgentes, estrategas domésticas, proveedoras, enfermeras, informantes, protectoras de sus comunidades y, en muchos casos, soldaderas que tomaron las armas. Muchas de ellas no dejaron nombre en los archivos, pero su presencia se sostiene hoy en las memorias familiares, en los relatos comunitarios y en esa dignidad que caracteriza a las mujeres de esta tierra: firmes, valientes y profundamente comprometidas con la vida.
El papel de las adelitas —mitificado tantas veces— encubre el verdadero alcance de su participación. No eran solo figuras románticas que seguían a los hombres; eran mujeres que cargaban víveres, curaban heridas, escondían a perseguidos, resguardaban mensajes, organizaban refugios y defendían a sus familias. Su trabajo era esencial para la supervivencia del movimiento. Y eso también es revolución.
En Zacatecas, la Revolución significó despojo, desplazamientos y pobreza, pero también abrió la puerta a debates fundamentales sobre la tierra, la justicia social y los derechos de las mujeres. Muchas zacatecanas encontraron en esos años la posibilidad —aunque mínima, aunque peligrosa— de desafiar roles tradicionales. Al tomar decisiones en ausencia de los hombres, administrar recursos, cultivar la tierra o negociar con tropas en tránsito, transformaron la vida cotidiana y sentaron las bases de una participación futura más activa en lo público.
Hoy, a más de un siglo, vale la pena preguntarnos qué queda de esa historia en nuestra realidad actual. La lucha de aquellas mujeres nos recuerda que las transformaciones profundas nunca ocurren solo en las cúpulas, sino en la vida diaria de quienes resisten, acompañan y sostienen. También nos invita a reconocer que las mujeres siguen enfrentando desigualdades estructurales, violencias y brechas históricas —pero también siguen liderando procesos comunitarios, académicos, políticos y sociales en Zacatecas y en todo México.
La Revolución Mexicana nos enseñó que ningún cambio es posible sin justicia social. La historia de Zacatecas nos muestra que ningún avance es real sin la fuerza de su gente. Y las mujeres de la Revolución nos recuerdan, con dignidad y memoria, que los grandes movimientos se construyen desde abajo, desde los cuidados, desde la resistencia y desde la convicción de que otro país es posible.
Hoy, honrar esa herencia es reconocer a las mujeres que hicieron la Revolución… y a las que siguen haciéndola todos los días.
María del Carmen Salinas Flores
Secretaria de Administración del Gobierno del Estado de Zacatecas



