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FRENTE A MI SUERTE EN TIEMPOS DE COVID

Roberto Sánchez Reyes.

El que cure éste mal sin esperar la orden de Sanidad, será un perjuro de Hippocrates, un impostor de Galeno y un falso devoto de Ticitl del que nos dijo y se asombró  Sahagún.

Cuando esta enfermedad por decreto empezó, me dije: ya estoy infestado, ¿qué debo hacer en mi casa, para enfrentar esta consigna?

¡Ya está!

Les platicaré a mis apacibles lectores de Viudas lo que encontré  más añejo de la sabiduría Náhuatl en mi aposento: un sahumerio. ¡Hermosa arma!

 

Me dije, con  eso, nada más con eso, defenderé a todo mi clan , para que este COVID 19, no se nos endilgue por las fauces de la cabeza y haga de nuestra tribu una pandemia. Y, como mis  kokoltines (abuelos), no fueron tullidos en esto de los sahumerios, le puse un cuatro al pernicioso y mutilante virus ahogándolo en un principio con la técnica draconiana de asfixia braquial, (fallido intento) se defendió como ponzoñoso arácnido y su virulento aliento, se regó como pólvora de fuegos fatuos por todo el orbe, y si en todo el orbe está mi kaltía; (casa), mi comal, mi tepetl,(cerro), mi xochicalli (jardín), etc, etc., etc; entonces me dije: si todo está infestado, de los pies a la cabeza; y de la cabeza a los pies, qué puedo hacer...; siendo mi banco la petaquilla de mis kokoltines; reflexioné...; no puedo estar de nalgas sobre el saber de mis kokoltines, y, metiendo ojos y manos  en la tilla  encontré una sabia y sazonada razón epicúrea: ¡mira al jardín...! en el jardín está la respuesta a tus azarosos  males.

 

Exclamé: ¡ni mitz tlazohtla kokoltines! (los amo abuelos) y así, fue que empecé a ejercitar la ciencia antigua, de las refriegas, las tizas, y los sahumerios contra el COVID 19, que inauguró su siglo con su pernicioso mal en el 20, obligándonos a todos a taparnos todos los agujeros, para que no nos entre el acrónimo COVID 19.

 

Escribiré un opúsculo más sobre este fenómeno de salud público, que nadie me lo explica con paciencia....; ¡y menos con ciencia!, de cómo nació, como se multiplicó y cómo va a desaparecer sin hacer más daño al ser humano.

 

¡De que nos asustó, nos asustó! Y es hora que ni el virus se va definitivamente, ni el pánico desaparece de nuestros rostros por completo. Si ambos fenómenos desaparecen a lo mejor se conceden entre si, el orden en que aparecieron; pero yo estimo que el pánico va a ser exponencial su existencia, y perdurará en nuestra memoria por muchos años, y el terror a revivir cuando veamos a una o más personas embozadas, o a través de las memorias fotográficas que pudiésemos guardar, de este atormentado, asqueroso e infestado tiempo.

¿Los muertos? esos no los  vimos, y se murieron, se murieron de los que ellos querían que se murieran: DE COVID 19, ¿por qué se tenían que morir de parto teniendo la oportunidad de morirse con la enfermedad de moda mundial?

Yo quiero suponer, que cuando el galeno extendía el certificado del cuerpo sin vida, en ese momento el virus llegaba como llegan los zopilotes a los  cadáveres.

 

El COVID 19, debe ser una bacteria carroñera. ¿Qué por qué afirmó esto? Porque nos dijeron que los viejos y los enfermos seriamos pasto de este asesino virus. ¡Los viejitos y los enfermos ya olemos a muerto! Esta afirmación me confiere la razón. El olfato del COVID 19, es zopilotero, no hay duda. De ahí, que los profetas, estuvieron diciendo: "sana distancia, quédate en casa, cuidándote tú, cuidas a los demás, lávate las manos los pies y todo el cuerpo, procura no heder"

Los viejos y los enfermos  despiden olores (jieden) antes de morirse, por eso el COVID 19, es amigo del Dios Texcaltlipoca y compadre de Mictlantecuhtli, dioses nuestros que nos obsequian el pabellón de la sombra eterna.