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Economía, Salud Mental y Ciencia en la Sociedad pos-COVID

Dra. Verónica Arredondo*

En el estado actual de las cosas, tenemos algunas certezas que nos pueden ayudar a enfrentar futuros problemas. Y aunque las certezas a las que me referiré no son agradables, por decirlo de un modo amable, es necesario que las entendamos, discutamos y presentemos distintas maneras de resolución para saber si podremos encontrar una vía, o varias vías, que nos ayuden a alcanzar un mejor desarrollo como sociedad.
Ahora tenemos la certeza de que no estamos preparados para enfrentar un problema de salud mundial, una epidemia, pandemia; y eso tuvimos que haberlo sabido desde antes, porque existen otras enfermedades que hacen estragos en los países. Por citar un ejemplo solamente, la obesidad en México es un problema real. El 70% de nuestra población padece sobrepeso, y al menos la tercera parte sufre de obesidad; y ya sabemos que la obesidad se asocia con la diabetes, enfermedades cardiovasculares, trastornos óseos, musculares y algunos tipos de cáncer. Pero, y a pesar de tener datos, cifras, y saber cómo enfrentar esta enfermedad, carecemos de estrategias y planes que puedan auxiliarnos. Entonces si no tenemos un plan para enfrentar una enfermedad que conocemos, mucho menos para un virus que recién hemos descubierto.
Tenemos, además, certezas que aunque eran obvias, en la práctica no las habíamos experimentado en nuestra propia piel. Como sociedad somos una especie de tejido, una estructura, donde todos los argumentos y fundamentos se encuentran relacionados, así que si se nos presenta un problema que no podamos resolver, la no resolución repercute en diversos niveles. Ahora no solo tenemos que conseguir la vacuna contra un virus, sino que tenemos que relanzar la economía, hacerla funcionar de otros modos; tenemos además que enfrentar problemas de salud mental que ya estaban ahí, pero que nos habíamos negado a ver; y tenemos que invertir en la ciencia, porque es necesario que desarrollemos tecnologías y conocimientos que nos ayudarán a enfrentar otros contratiempos. Esas son algunas de las certezas incómodas y no agradables, se han hecho más visibles que nunca.
También tenemos la certeza de que el gobierno ha implementado estrategias erradas, o quizá no ha implementado nada. Cuando digo “el gobierno” hablo del gobierno en general, de que si no tenemos las bases para enfrentar este tipo de problemas es porque nunca han existido; nadie se ha preocupado en cimentarlas. Regularmente las decisiones y estrategias que se presentan se basan en sensaciones, cuando debería haber un extenso análisis de los datos, los datos existen, están presentes, pero parece que nos regimos por corazonadas. Con esto no quiero decir que el gobierno no actúe del mejor modo, que no se preocupe por la población que los ha elegido, no quiero decir eso. Lo que digo es que persiste la carencia de análisis de datos duros y crudos, que explican con mayor exactitud el panorama. Si tuviéramos una mejor explicación del problema, podríamos entonces implementar soluciones que de verdad funcionen para mitigar la situación.
Hemos estado enfrentando el problema con una especie de bandazos, decisiones como cierre de comercios, evitar la circulación de automóviles, que en teoría deberían ayudar a bajar los contagios, no fueron basadas en el análisis de la situación. Se replicaron a partir de las experiencias de otros países, en donde tampoco han funcionado este tipo de parches. Entonces el problema se potencia, porque la pandemia sigue creciendo y la economía menguando. Nadie tiene una respuesta mágica, pero insisto, tenemos los datos, y a partir de los datos, se puede lograr mucho más que a partir de corazonadas. Si por una parte tenemos que comenzar a implementar políticas que funcionen y que arrojen resultados a cortos, mediano y largo plazo, podríamos enfocarnos en salvaguardar la salud mental. Podríamos fijarnos en la salud mental como el eje transitorio.
Como lo dije antes, los problemas con la salud mental han existido desde antes, solo que no eran quizá tan visibles y por lo tanto nadie se preocupaba por eso. Tenemos la certeza de que estar encerrados, con exiguos o nulos ingresos, aterrados ante la idea de contagiarnos, afecta nuestra cabeza, la manera de pensar, de sentir, nuestra toma de decisiones. No existe una política pública a este respecto. Y los datos están simplemente a la mano para comenzar a buscar formas de resolverlo.
La OMS recomendó hace no mucho que el arte y la cultura deberían ser incluidos en los sistemas sanitarios de los países. Bailar, cantar, acudir a museos, asistir a conciertos, ofrece una dimensión añadida a cómo podemos mejorar nuestra salud mental y física, aseguró Piroska Östlin, directora regional de la OMS para Europa. La OMS no se sacó de la manga esta recomendación sino que se basó en los resultados que arrojaron diversos estudios a gran escala donde se analizaron los lazos que hay entre arte, salud y bienestar.
En este tema, la salud mental y el arte, hay diversos proyectos que ya se están llevando a cabo, que existen, que han mostrado sus mecanismos y funciones. Uno de ellos es A-Head Art Project, arte contemporáneo contra el estigma de la salud mental. Este proyecto nació en 2017 con la colaboración de psicologos, psiquiatras, músicos, artistas, DJs internacionales y estudiosos en diversos campos para crear eventos capaces de sensibilizar al público respecto a las enfermedades mentales. Los proyectos tienen ya alcances en Reino Unido, Italia y Estados Unidos. Además de ayudar a jóvenes que han pasado por un periodo difícil a reintegrarse plenamente a su comunidad, a través de la adquisición de nuevas habilidades laborales y creativas.
A-Head no son los únicos que realizan este tipo de labores, pero se han posicionado como una excelente propuesta. Y ante la problemática presente sobre la salud mental, no estaría de más implementar el acercamiento de la ciudadanía a la práctica de las artes, su exposición, su exhibición, es probable que nos estemos ayudando, que las artes y la cultura eviten que caigamos en el desamparo.

*La autora es profesora-investigadora de la UAZ y directora de Sin Sesgo Consulting S.C., especialista en el área de preferencias, elección social y sistemas electorales.