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Beatriz Pagés
TRUMP Y LA DESTRUCCIÓN DE UNA NACIÓN

Con pausa o sin pausa, Trump no sólo ha declarado la guerra al mundo, la ha declarado a su propia nación. La imposición de aranceles a diestra y siniestra, a amigos y enemigos, a socios y no socios, ha sido calificada por importantes magantes como un suicidio y una “guerra económica nuclear”.
Los ciudadanos norteamericanos decidieron votar por segunda ocasión por un déspota peligroso que está destruyendo la confianza en Estados Unidos y acabando con un modelo de civilización democrática que ha regido al mundo por más de 80 años.
A menos de 100 días de que Trump haya iniciado su segundo mandato, Estados Unidos ha sido escenario de algo inédito: millones de ciudadanos se vieron obligados a salir a las calles -en cada uno de los 50 estados de la Unión Americana -para exigirle al Presidente, por el que votaron, que deje de destruir los cimientos de su país.
En esas mil 400 manifestaciones que llenaron plazas, avenidas y parques se decía: “¡manos fuera de nuestras instituciones, de nuestra democracia, de nuestra Constitución, de nuestro modo de vida”. Y hubo un alarido: “¡No votamos por eso!”
¿Por qué, entonces, los norteamericanos votaron por él? ¿Por qué volvieron a llevar al poder a un personaje que demostró , desde el asalto al Capitolio en 2021 , lo que sentía por las leyes?
Trump no era como gobernante un desconocido para el elector norteamericano. Desde su primer mandato le dijo al mundo y a su país que era un racista consumado, un Outsider al que la estorban las reglas, un egocéntrico sin ataduras dispuesto a hacer estallar al mundo para ponerlo a sus pies.
Los norteamericanos, sin embargo, votaron dos veces por él y en la segunda ocasión no solo le dieron la Presidencia del país más poderoso del mundo sino también la mayoría en el Congreso. Empoderaron a un hombre que ha declarado la guerra comercial al mundo, que ha roto las reglas de la convivencia mundial y que no escucha a nadie.
Quienes hacemos periodismo nos hemos concentrado en analizar la conducta política de un Trump, de un López Obrador o de un Maduro para tratar de entender y explicar lo que ocurre, pero ha llegado la hora de mirar la película desde las butacas.
No son solo los líderes mesiánicos y destructivos a los que hay que analizar. Ellos no son los únicos culpables. También hay un electorado que decide encumbrar dictadores y que después de llevarlos al poder los tolera, justifica y defiende.
No es posible entender la existencia de un Trump, de un AMLO, un Hitler o un Mussolini si no se analiza a los pueblos que los convirtieron en los que son. Hay un “analfabetismo político” con mezcla de indiferencia e ingenuidad del que se aprovechan los tiranos para hacer lo que quieren.
Muchos mexicanos se preguntan hoy si deben votar o no en la elección judicial del 1 de junio. Conocidos críticos de la 4T han declarado que irán a las urnas para impedir que Morena se lleve todo y termine apropiándose del Poder Judicial.
Morena y la 4T ya se apoderaron de las urnas desde que inventaron la Reforma al Poder Judicial. Fue pensada para destruir los cimientos de la democracia. Quienes voten el 1 de junio, votaran-sin saberlo- por consolidar y dar vida eterna al régimen. El voto de los ingenuos no contará, pero ayudarán con su presencia a legitimar la mentira.
“Trump es un López Obrador pero en inglés”. Mexicanos y norteamericanos votaron por populistas demenciados. Los estadounidenses parecen estar despertando del letargo. No así los mexicanos. Aquí hay quienes prefieren continuar engañados y seguir votando por la destrucción, aunque luego digan: “¡No votamos por eso!”

Directora de la revista Siempre!