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Las incongruencias de la “Casta Dorada” de MORENA

Por: Claudia Anaya Mota

En la campaña electoral de 2018, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) enarboló un principio rector: la austeridad republicana. Todos sus candidatos, desde el presidente hasta los regidores, proclamaban que el ejercicio del poder debía alejarse del dispendio, los privilegios de la alta burocracia y, sobre todo, de la corrupción.
El llamado a la austeridad no se limitaba a la administración pública; pretendía permear también en la vida personal de quienes integraban la llamada Cuarta Transformación. Se trataba de un principio moral: vivir con sobriedad, sin ostentación y con sensibilidad hacia la realidad de la mayoría de los mexicanos.
Una vez en el poder y en el ejercicio de gobierno, esa idea evolucionó hacia lo que López Obrador denominó “pobreza franciscana”. Bajo este concepto, se cancelaron viajes al extranjero, se eliminaron lujos y se popularizó la frase: “No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”.
En ese mismo espíritu, el entonces presidente lanzó duros cuestionamientos contra el “aspiracionismo”. Decía que el problema no era querer superarse, sino “aspirar a ser fifí, a triunfar a toda costa, sin escrúpulos morales de ninguna índole”. En su visión, la búsqueda desmedida de dinero y estatus conducía al egoísmo, al individualismo y al desprecio hacia los demás.
El dinero, aseguraba, era la raíz de todos los males: “La mamá y el papá del diablo es el dinero”. Por ello, presumía no tener cuenta bancaria, ni tarjeta de crédito, ni más que lo estrictamente indispensable. Invitaba incluso a vivir con apenas un par de zapatos y 200 pesos en la cartera, como receta para evitar frustraciones y alcanzar la felicidad del alma.
Sin embargo, tras la salida de López Obrador del poder, varios dirigentes de MORENA han sido exhibidos en actitudes opulentas que contradicen aquellos principios fundacionales. El secretario de Organización del partido, Andrés Manuel López Beltrán, fue fotografiado en Tokio realizando compras en boutiques de lujo. El presidente de la Cámara de Diputados y su esposa, también legisladora, exhiben en redes sociales joyas, viajes y ropa de diseñador difícil de justificar con su sueldo. El presidente del Senado fue captado viajando en clase premier rumbo a París y el coordinador de la bancada morenista en San Lázaro disfrutó de una comida en uno de los restaurantes más exclusivos de Madrid. La lista sigue y crece.
Conviene aclarar: todo ciudadano tiene derecho a disfrutar del fruto de su trabajo, viajar y adquirir bienes de manera lícita, conforme a sus ingresos y preferencias. El verdadero problema radica en la incongruencia. Morena construyó su identidad política sobre la moralidad, la austeridad y la promesa de ejercer el poder con humildad, en contraste con los “lujos” de los gobiernos anteriores. Hoy, no solo han traicionado esa narrativa: la han superado… y por mucho.

Senadora de la República