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Maricarmen Salinas
La ética en la administración pública: pilar de la Cuarta Transformación en Zacatecas.
En la vida pública, la ética no puede entenderse como un accesorio ni como una declaración abstracta que adorne los discursos institucionales. Por el contrario, debe asumirse como la brújula que oriente cada decisión administrativa, cada proceso y cada política. La integridad y la transparencia no solo son valores deseables: son requisitos indispensables para que la ciudadanía confíe en sus instituciones y para que el ejercicio del servicio público cumpla realmente su función de estar al servicio del pueblo.
La Cuarta Transformación ha colocado la honestidad en el centro de la vida pública. Bajo esta premisa, la Secretaría de Administración desempeña un papel fundamental: asegurar que los recursos humanos, materiales y financieros del Estado se utilicen con responsabilidad y en apego a los principios de austeridad, legalidad y transparencia. No se trata únicamente de dar cumplimiento a una norma o a una obligación administrativa, sino de asumir una responsabilidad ética frente a la sociedad: garantizar que cada peso del erario y cada proceso de gestión pública se manejen con pulcritud y en beneficio de todas y todos.
La ética en la administración pública implica entender que detrás de cada trámite, cada contrato y cada decisión, hay una persona o una comunidad esperando respuestas claras y justas. Por eso, la integridad institucional debe reflejarse en lo cotidiano: en cómo se planean los presupuestos, en la forma en que se adjudican los recursos, en el respeto a los derechos laborales del personal y en la claridad con que se informa a la ciudadanía.
La transparencia, en este sentido, es mucho más que un requisito legal. Es una herramienta que abre el gobierno a la mirada pública y que fortalece la confianza social. Una gestión transparente no solo rinde cuentas, sino que permite a la ciudadanía verificar, participar y exigir. Cuando el acceso a la información se facilita y se garantiza que los datos sean claros y útiles, la administración pública se convierte en un espacio de confianza, alejado de la opacidad y la sospecha.
La integridad en la función administrativa, por otro lado, no puede reducirse a códigos o lineamientos escritos. Se trata de un compromiso ético que asumen las y los servidores públicos al saberse parte de una misión colectiva: construir un gobierno cercano, eficiente y justo. Cada trabajadora y trabajador de la Secretaría de Administración contribuye a demostrar que la ética se vive en lo cotidiano: en las pequeñas decisiones, en el cuidado de los recursos y en la responsabilidad de servir sin privilegios ni favoritismos.
La Cuarta Transformación nos recuerda que la verdadera modernización del Estado no se mide únicamente en la infraestructura, la tecnología o los procesos digitales, aunque estos sean importantes. La modernización auténtica se mide en la capacidad de construir un gobierno guiado por la honestidad y la ética pública. Los sistemas, los programas y las políticas solo pueden consolidarse si detrás de ellos hay convicciones éticas que garanticen su correcta aplicación.
Por ello, la ética administrativa no es un discurso abstracto, sino un pilar que da solidez y legitimidad al proceso de transformación. Es, en muchos sentidos, la base que permite que la Cuarta Transformación sea duradera y sostenible. Un gobierno honesto y transparente no solo se distingue en el presente, sino que hereda a las futuras generaciones instituciones fuertes, confiables y al servicio del bien común.
Hoy más que nunca, es necesario poner en valor la integridad y la transparencia como principios que guían cada decisión administrativa. En ellas se sostiene la confianza ciudadana, se fortalece la justicia social y se consolida un país que camina hacia la igualdad y el desarrollo. La ética en la administración pública no es una opción: es la esencia misma de la Cuarta Transformación.

M.F. María del Carmen Salinas Flores,
Secretaria de Administración del Estado de Zacatecas.