¡Adultos mayores, ejemplo de sabiduría y amor!
Sria. Bennelly J. Hernández Ruedas
Cada 2 de octubre se conmemora en México el Día de las Personas de la Tercera Edad, una fecha que nos invita no solo a celebrar a quienes han llegado a esta etapa de la vida, sino también a reflexionar sobre la importancia de reconocerlos, valorarlos y acompañarlos con respeto y dignidad.
Este día se instituyó para visibilizar la relevancia de los adultos mayores en la sociedad, como pilares de experiencia, memoria y amor, cuya vida entera ha sido un legado para las nuevas generaciones.
Nuestros viejitos representan seres entrañables, son maestros de vida, consejeros en momentos de incertidumbre y ejemplo de resiliencia ante las dificultades. En cada arruga llevan una historia, en cada palabra un consejo, y en cada mirada el reflejo de todo aquello que han entregado, años de trabajo, esfuerzo, sacrificios, así como cariño a sus familias y comunidades.
En este sentido, como sociedad también debemos ser conscientes de una dura realidad, muchos de nuestros adultos mayores enfrentan situaciones de abandono, indiferencia o maltrato.
Algunos, incluso teniendo familia, pasan sus días en soledad; por lo que surge una pregunta incuestionable, ¿Cómo sociedad, estamos correspondiendo a todo lo que ellos nos dieron?
Cuidar de nuestros adultos mayores no debería ser solo una obligación moral o familiar, es un deber humano y colectivo.
Comenzando por los que tenemos en casa, ofreciéndoles compañía, visitándolos, conversando y escuchándolos con paciencia; pero también para aquellos con los que coincidimos, un vecino, una amiga de la familia, alguien que quizá no tiene a nadie más, brindando ese apoyo que puede hacer la diferencia para que vivan felices y plenos en esta etapa de su vida.
En este tenor, es fundamental erradicar prácticas que muchas veces se repiten sin conciencia; como tratarlos como si fueran niños pequeños. La edad no borra la dignidad ni la capacidad de decidir; por el contrario, es en esta etapa donde más valor tiene reconocerlos como personas con deseos, habilidades y sueños.
Nuestro compromiso debe ser alentarlos a vivir plenamente, con libertad y entusiasmo, fomentando su participación en actividades que les den energía, motivación y sentido.
La tercera edad no debe ser sinónimo de limitación, sino de cosecha. Es el tiempo en que los adultos mayores merecen disfrutar lo que con tanto esfuerzo construyeron, su familia, su hogar, sus amistades, sus recuerdos.
Una etapa en la que nos siguen regalando gratos momentos, que sin duda marcan nuestras vidas y la suya, porque la felicidad y el amor no tienen fecha de caducidad.
Ellos son guardianes de la memoria histórica y cultural, transmisores de costumbres y protagonistas silenciosos de los logros que hoy disfrutamos.
Cada palabra de aliento, cada muestra de cariño y cada espacio de inclusión que generemos para nuestros adultos mayores, se convierte en un homenaje vivo, porque no hay mejor regalo que darles la certeza de que su vida sigue teniendo un lugar importante en nuestra sociedad y en nuestros corazones.
En este día, hagamos un llamado a mirar con gratitud a quienes nos antecedieron, a quienes nos enseñaron el valor de la vida a través de su ejemplo.
Recordemos que lo que hoy sembremos con ellos, algún día lo cosecharemos nosotros. Cuidar de nuestros viejitos, es cuidar del alma, las raíces de nuestra sociedad, de nuestra cultura.
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