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Por: Isadora Santivañez Ríos
AGRESIONES SEXUALES EN LOS ALTOS MANDOS

Hace unos días la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum vivió un episodio lamentable, en el que durante un recorrido por las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México fue interceptada por un sujeto en aparente estado de ebriedad, quien se acercó a ella de manera inapropiada para tocarle sus partes intimas y generar una agresión sexual. Dicho momento quedó grabado y televisado, por lo que el acto dio la vuelta al mundo.
En el instante el equipo de seguridad de la presidenta intervino y retiraron al hombre; sin embargo, a través de los medios de comunicación se comenzó a difundir el mensaje de que ese momento fue un montaje y muchos otros juzgaron a la presidenta por haber sido victima de dicho acto. Como si fuera su culpa, como si ella lo hubiera provocado.
Todo ello generó un grado de revictimización alarmante y evidenció una sistematización de la violencia en nuestro país que persiste con los años, y que se presenta por el solo hecho de ser mujeres. Si esto le ocurrió a la más poderosa de México, qué es lo que viven las madres, las jefas de familia, las maestras, las enfermeras y miles de mujeres que no cuentan con ninguna protección ni resguardo.
El tocamiento del que fue víctima la presidenta Claudia Sheinbaum no es un hecho aislado, sino el reflejo de la violencia que enfrentamos cada día, en nuestros trabajos, en las calles y en todos los espacios públicos.
Este episodio evidencía que las agresiones sexuales y el acoso no distinguen cargos ni jerarquías. Si esto sucede a la máxima autoridad del país, a la mujer más cuidada y protegida de México, es claro que aún hay mucho por hacer.
En todo el país aun existen estados de la república que no sancionan el acoso sexual como un delito o bien que lo minimizan, viéndolo como un delito menor. En Zacatecas, el acoso sexual es considerado como un delito que se encuentra dentro del código penal de nuestro Estado, al igual que el hostigamiento sexual, esto nos coloca como punta de lanza en la defensa de los derechos de las mujeres.
Sin embargo, aún queda mucho por hacer, deben seguirse impulsando reformas para sancionar con mayor severidad a los agresores, tipificar el acoso y el hostigamiento sexual como delitos graves y eliminar beneficios legales para quienes violentan a las mujeres.
Debe desaparecer la impunidad, el influyentismo, la protección patriarcal, pero sobre todo los señalamientos a las víctimas, culpar a una mujer por ser violentada o agredida es revictimizarla, es cegarse a si dolor, a su frustración y a una realidad que es evidente.
Lo que le ocurrió a la presidenta Sheinbaum, es algo que día con día pasa a miles de mujeres que transitan por las calles de nuestro país, que tienen que atravesar baldíos, que cruzan solas y sin protección en espacios inseguros, que van solas, que tienen miedo de trasladarse a sus casas o sus trabajos, porque saben que corren riesgos, que son vulnerables, que pueden ser agredidas por el solo hecho de transitar.
La realidad que vivimos es cruda, es cruel y hoy queda claro que es constante, sistemática y que cualquiera, puede estar expuesta por el simple hecho de ser mujer, ya que no es casual que algo así, nunca hubiera ocurrido con un presidente hombre. Le pasó a ella, por ser mujer, porque independientemente de su cargo, el machismo nos ve a todas débiles, frágiles, vulnerables y disponibles.
Hoy la presidenta ha tenido que denunciar a un ciudadano, hoy vemos que ella puede tener esa posibilidad, esas herramientas, ese apoyo, pero, ¿y las demás? Las demás seguimos siendo una estadística oculta más.

*Diputada Local