Cultura para inconformes
David Eduardo Rivera Salinas
La cultura del compromiso.
Compromiso es lo que transforma una promesa en realidad.
Son las palabras que hablan de nuestras intenciones
y son nuestras acciones las que dicen más que esas palabras.
Compromiso es crear tiempo donde no existe.
El carácter está hecho de compromiso.
Es el poder de lograr el cambio.
El compromiso de una persona hacia una meta personal o hacia algo que se considera valioso, es sin duda uno de los poderes más sólidos y profundos que existen dentro del ser humano. Para que un compromiso se logre, son muchos los elementos que entran en juego, desde la conciencia, la intención, la voluntad y la motivación, hasta finalmente, la acción en sí, es decir, la efectividad de algo deseado llevado a la realidad.
Pero es la acción, es decir, la realización efectiva de nuestros actos, la que demuestran si el compromiso de una persona realmente existe; en otras palabras, la acción se convierte en la expresión de vida de un valor. Lo observamos en su expresión práctica, concreta y real, por ejemplo en el trabajo, en la escuela, en la familia, pero también en la iglesia, en el barrio o en el grupo. Aunque sin duda, lo que es compromiso para unos, otros pueden verlo con indiferencia; el compromiso es diferente en grado y en intensidad y se aprecia desde una perspectiva totalmente individual, pues cada persona lo vive subjetivamente.
El pensador y psicólogo italiano Roberto Assagioli en su libro, The Act of Will, expone en términos de voluntad lo que se requiere para que una persona no solamente comprenda que es capaz de ser y de actuar por sí misma porque posee la voluntad de hacerlo; nos recuerda así, que el compromiso requiere de una determinada fortaleza para realmente efectuarse. Lo llama voluntad fuerte; es como una forma de la voluntad que demanda un trabajo constante y un desarrollo consciente y adecuado, que proporciona el ímpetu y la energía para conducir una acción a su realización. Se expresa no sólo en términos de darnos cuenta que somos y tenemos la voluntad y el deseo de hacer algo, sino además en comprender que podemos hacer y realmente somos capaces de llevar algo a cabo.
En el ámbito de la vida privada, la cultura del compromiso adquiere sentido de realización por ejemplo en una pareja que lleva 30 años juntos, si el compromiso que establecieron en un inicio es el mismo ahora que el del principio. Como en cualquier relación, existen momentos más intensos que otros, que influyen sin duda en la relación entre ambos; pasan igual por períodos de sobresaltos como por épocas de gozo y de tranquilidad, pero nunca manifestándose de la misma forma o en la misma medida. Sin embargo, algo los ha mantenido milagrosamente juntos a través de los años; sin duda, el amor pero también el compromiso de creer en él. Aunque pareciera que hay momentos en que el compromiso se torna poco asible y elusivo. Es más, puede volverse casi imperceptible, pero si existe, una vez logrado, se confirma y produce una fuerza individual que llega a transformar vidas, a renovar esperanzas y a forjar personalidades, provocando efectos muchas veces inverosímiles.
El filósofo Martin Buber afirma que el compromiso se logra dentro de una relación que solicita la participación plena de ambos; en otras palabras, aquel que se compromete, no puede guardarse una porción de sí mismo.
Pero en el ámbito de la vida pública, el compromiso también se manifiesta en distintos grados e intensidades. Comprometerse implica asumir una postura responsable y establecer una pertenencia. Lo que se compromete nunca puede ser impuesto ni puede ser delegada a un otro que responda o decida por nosotros. Es hacer frente a las consecuencias de nuestras decisiones y de nuestras acciones, haciéndonos responsables de nuestro ser y de nuestro hacer, tarea nada sencilla, sumamente delicada y muchas veces agotadora, pero que es la única que nos libra de caer finalmente en la dependencia de las ideas y de los actos de otros.
Por ejemplo, en el campo de la acción social, el gran educador brasileño Paulo Freire nos lo advierte con estas palabras: el asistencialismo es una forma de acción que roba al hombre condiciones para el logro de una de las necesidades fundamentales de su alma: la responsabilidad.
Como sea, comprometerse con algo supone de entrada, comprometerse con uno mismo, con lo que se anhela y en lo que uno cree. Por lo pronto, yo nunca he dudado de que un pequeño grupo de personas comprometidas pueden cambiar el mundo; en realidad, creo que son las únicas que lo han logrado.