Cultura para inconformes
David Eduardo Rivera Salinas
¿Maestras y Maestros diferentes…?
En México, la escuela como institución y las maestras y los maestros como agentes transformadores, están enfrentando el reto de asumir los cambios que se presentan actualmente en la educación, a través de la exigencia de un nuevo perfil del sujeto educador en relación con su quehacer, logrando que sus acciones no operen sólo en el discurso sino fundamentalmente en su práctica cotidiana.
Frente a estos períodos de cambio en el que el futuro se presenta incierto, cambian también las demandas de nuestra sociedad y aparecen nuevas reglas de juego que modifican el rol de las instituciones y el de los educadores, quienes pasan a ser activos dirigentes, orientadores pluralistas y consejeros desinteresados, ya que su función como formadores no se limita sólo al aula de clase, sino que trasciende fuera de ella, con notables implicaciones en lo social.
En este sentido, nuestro sistema educativo no se mantiene estático; de hecho, ha sufrido profundas reformas y transformaciones, derivadas de la conciencia sobre el agotamiento de un modelo tradicional que ya no responde en forma adecuada a los cambios profundos en las formas y métodos de construcción de conocimiento y la relación entre los saberes, a las nuevas alternativas de aprendizaje creadas por los avances en la tecnología de la comunicación, ni tampoco a los problemas de injusticia social e inequidad. Cambios que reclaman escenarios diferentes donde se propicie el diálogo y la discusión sobre cuestiones básicas del quehacer educativo.
En respuesta a estas transformaciones, el cambio de rol de las maestras y de los maestros mexicanos es una exigencia de los procesos de descentralización, de autonomía en la gestión de las instituciones educativas y de los cambios que están ocurriendo en la enseñanza y en el aprendizaje; lo cual exige de ellas y de ellos emprender un camino en cuyo tránsito deberá redefinir para sí mismo su condición de docente con miras a asumir la dimensión ontológica y ética, es decir, aceptar la condición propia y esencial de quien tiene una misión social y se compromete con la verdad.
Esto implica pasar de un discurso centrado en la enseñanza de contenidos para el desempeño en un campo laboral, a una educación centrada en el ser humano que le brinde la posibilidad de construir su proyecto de vida, no sólo desde los conocimientos sino desde su realización personal, permitiéndole así desarrollar sus virtualidades, facultades y capacidades que posee naturalmente por su condición humana y las que puede adquirir gracias al encuentro con las culturas y con su entorno. En este contexto, debemos insistir en la importancia que tiene la figura de las maestras y de los maestros en los procesos de formación humana y profesional.
En el proyecto educativo que hoy requiere nuestro país, cobra vigencia y actualidad la figura de la maestra y del maestro, la cual se había dejado de lado debido a que los intereses educativos estaban centrados en un modelo educacional en el que se enseñaba para suplir ciertas necesidades técnicas y profesionales. Ahora es necesario centrar la mirada en mujeres y hombres con vocación, comprometidos, con una dimensión más amplia y general de la educación, que asuman su labor como una misión humanizadora que hace parte de un proceso de desinstalación y de ruptura con las prácticas rutinarias, que buscan la formación permanente para servir mejor y como educadores construir valores, estimular las capacidades básicas de sus estudiantes, el desarrollo del pensamiento como potencial para la formación de los mismos, generando dudas y búsquedas reflexivas como opciones para el crecimiento intelectual y espiritual, es decir, formar a las personas en la dimensión de lo humano.
Todo esto sin desconocer que las instituciones educativas y las educadoras y educadores han conformado sus funciones según los momentos históricos, sociales y culturales que el país ha vivido; más aun, enfatizando en la dimensión humana de su actividad que permita elevar la acción educativa a otros escenarios, donde puedan emprender el camino que los conduce a ser maestras y maestros y desde allí, replantear, definir y determinar las orientaciones que ofrecen a sus estudiantes, desde una plataforma metodológica para que sus funciones lleguen a desarrollarse de manera rigurosa, pero a la vez flexible, eficiente, efectiva y, fundamentalmente humana.