Cultura para inconformes…
David Eduardo Rivera Salinas
La religión de los datos.
En su extraordinario trabajo –después del Best-Seller De Animales a Dioses- el gran historiador Israelí Yuval Noah Harari, desarrolla lo que a su juicio constituye la agenda humana para el futuro, una especie de historia breve del mañana.
Ahí, en uno de sus apartados más interesantes, reflexiona sobre lo que él mismo llama la religión de lo datos; lo llama dataísmo, una especie de obsesión humana que afirma que el universo consiste en flujos de datos y, que por lo tanto, el valor de cualquier fenómeno está determinado por su contribución al procesamiento de datos.
Lo que el dataísmo propone no deja de resultar por demás interesante, puede incluso parecer una idea excéntrica pero ya ha penetrado las altas esferas de la ciencia.
Esta corriente o perspectiva de pensamiento nació de la confluencia de dos grandes tradiciones científicas. Por un lado, la que surge durante los ciento cincuenta años que transcurrieron desde la publicación de El Origen de las Especies de Charles Darwin, y que provocaron que las ciencias de la vida terminaran viendo a los organismos vivos como algoritmos bioquímicos; por otro lado y de forma simultánea pero sobre todo en las últimas ocho décadas transcurridas desde que el matemático británico Alan Turing formulara su famosa Máquina de Turing, a partir de la cual, los científicos informáticos han aprendido a producir algoritmos electrónicos cada vez más sofisticados.
El dadaísmo pues, une ambas tradiciones formulando que las mismas leyes matemáticas se aplican tanto a los algoritmos bioquímicos como a los algoritmos electrónicos, provocando algo sumamente interesante, que las barreras entre animales y máquinas se desplomen, esperando que los algoritmos electrónicos terminen por descifrar los bioquímicos e incluso los superen, invirtiendo la pirámide tradicional del conocimiento, dejando de ver a los datos como el primer eslabón de una larga cadena de actividad intelectual, para obtener información y crear conocimiento.
Se proponen ahora pasar a reconocer que los humanos somos ya incapaces de hacer frente a los inmensos flujos de datos que actualmente se procesan en millones de dispositivos, por lo que resulta ahora necesario encomendar el procesamiento de estos datos a algoritmos electrónicos, cuya capacidad supera en mucho a la del cerebro humano, según sus postulados.
Aquí en donde podemos preguntarnos porqué resulta relevante esta impresionante transformación en la mentalidad y el razonamiento humanos, y sus implicaciones en todos los ámbitos de la vida social.
Por ejemplo, los políticos, los maestros, los empresarios e incluso, porqué no, cualquier persona que tenga acceso a la tecnología innovadora, pueden encontrar ahí las respuestas a diversos problemas de la vida cotidiana, científica o económica; incluso, los científicos en particular pudieran encontrar lo que durante siglos han buscado, una única teoría global que unifique todas las disciplinas científicas, para tratar de demostrar, por ejemplo, que la música sinfónica, las burbujas de la bolsa de valores y el virus de la influenza estacional, no son sino pautas de flujos de datos que pueden analizarse utilizando los mismos conceptos y herramientas básicas.
Éste es sin duda, el dogma científico actual, la nueva religión en el mundo, la religión de los datos, que está cambiando radicalmente no sólo las formas en qué pensamos sino también las formas en que hacemos el mundo, hasta cambiar su rostro de modo que nos parece ahora irreconocible.
¿En quién pondremos nuestra fe ahora?
¿En el conocimiento y la sabiduría humana, o en los datos masivos y los algoritmos informáticos?
Usted tal vez ya tiene su respuesta.