Julieta del Río
Trashing, de la basura al engaño
En tiempos donde la tecnología avanza con vértigo, los riesgos a nuestra privacidad no siempre se encuentran en lo digital. A veces, lo más peligroso está en lo que desechamos, documentos con información personal, estados de cuenta, recetas médicas, identificaciones o simples notas que contienen datos sensibles. Esta práctica, conocida como trashing o “búsqueda en basura”, es una amenaza vigente que crece silenciosamente.
Hoy, en 2025, resulta más urgente hablar de este tema, porque ya no contamos con el respaldo de un órgano garante como el INAI, que durante años alertó, capacitó y emitió recomendaciones para evitar estas formas de vulneración. El vacío institucional que ha dejado su desaparición se traduce en una menor difusión sobre cómo proteger nuestra privacidad, especialmente en el plano físico, donde seguimos siendo vulnerables.
El trashing no es nuevo, pero se ha sofisticado. No solo implica hurgar en la basura de casas u oficinas para obtener información, también abarca el aprovechamiento de residuos en puntos de acopio, empresas de reciclaje o incluso contenedores de instituciones públicas. Hoy, con el cruce de datos y la inteligencia artificial, basta una mínima información para construir perfiles, suplantar identidades o cometer fraudes.
En mi paso por el INAI, impulsamos campañas y estrategias para fomentar una “cultura del descarte responsable”. Pero, ¿qué hacemos ahora que no hay autoridad especializada que coordine estas acciones? ¿Quién capacita a los servidores públicos sobre el manejo adecuado de archivos con datos personales? ¿Qué entidad promueve la destrucción segura de documentos en escuelas, hospitales o ayuntamientos?
No podemos bajar la guardia. La protección de nuestros datos debe mantenerse como un compromiso diario. El trashing nos recuerda que no basta con cuidar nuestras redes sociales o contraseñas. Debemos ser igualmente rigurosos con lo que tiramos a la basura. Usar destructoras de papel, romper etiquetas, borrar datos antes de desechar envases o equipos electrónicos son pequeñas acciones que marcan la diferencia.
Este año, más que nunca, hago un llamado a las autoridades locales, a los municipios, a las instituciones educativas y a las empresas, para que adopten políticas internas claras de destrucción de documentos. También a la ciudadanía, para que no normalice dejar su privacidad en una bolsa de residuos. En este nuevo contexto sin el INAI, el reto es colectivo, ser conscientes y responsables.
Desde la trinchera ciudadana, seguiremos insistiendo en que la protección de datos no es opcional, y menos en un país donde los fraudes, el acoso y la suplantación digital afectan cada día a miles de personas. La basura habla, pero no debemos permitir que hable de nosotros.