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LOPEZ OBRADOR Y EL PERDÓN

DE LOS PECADOS

Aquiles González Navarro.

“Coalición, única salida de la izquierda para ganar el poder”. “Lo he dicho fuerte y quedito para que me oiga López Obrador” recomienda Octavio Rodríguez Araujo  en La Jornada del jueves 18 de agosto.

Coalición para ganar la elección presidencial del 2018, es acertado y lo más probable es que López Obrador haya escuchado la sugerencia del distinguido politólogo, sólo que, al parecer, López Obrador interpretó la recomendación de manera errónea: Coalición, dice Rodríguez Araujo “con el PRD, con lo que quede del PT o del Movimiento Ciudadano”, pero el politólogo nunca dijo que con los mercenarios que han saqueado al país y a los estados.

En Cancún, a donde asistió López Obrador con la dirigencia del partido Morena, éste propuso una amnistía a la “mafia del poder”, que incluye a “Peña Nieto y a sus colaboradores”. “Va a haber una amnistía porque lo que necesitamos es sacar adelante al país, sin odios ni rencores” dijo.

La figura jurídica de la amnistía, que corre a cargo de los poderes Legislativo Federal en caso de asuntos penales de competencia de la federación y a cargo de los estados en tratándose de delitos competencia de las entidades, fue creada a fin de retornar al orden social y privilegiar el perdón sobre la venganza cuando los movimientos sociales han llegado a un clímax de alto riesgo para el país.

El movimiento Zapatista de Liberación Nacional fue un claro ejemplo de la necesidad por parte del gobierno mexicano, para que el tejido social no se fragmentara más.

El origen griego de la amnistía (del Latín amnestia,  olvido), fue utilizado por vez primera por el general Trasíbulo en 403 a. C., durante la rebelión de los llamados 30 tiranos, prescribiendo el olvido de los hechos.

“La amnistía aparece, pues, como una medida de carácter político, tendente a apaciguar los rencores y resentimientos inseparables de luchas sociales y políticas”, se dice en el Diccionario Jurídico Mexicano del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

Vale la pena insistir que se trata de una medida de cohesión social en tratándose de “luchas sociales y políticas”, no de una medida para encubrir, solapar y ayudar para que los políticos ladrones gocen libremente del botín saqueado al presupuesto, en perjuicio de todos los mexicanos, sobre todo de los que más necesitan de programas sociales de apoyo.

Más que la “teoría lópez-obraderista” de vivir sin odios ni rencores, olvidando los delitos en que han incurrido quienes se han llevado miles de millones del erario público, convence más el enfoque republicano de libertad, que significa el “respeto por las víctimas y por todos los afectados” y que exponen el criminólogo australiano John Braithwaite y el irlandés Philip Petitt, estudiosos en teoría moral y política en su libro “No sólo su merecido” de editorial Siglo XXI.

“No sólo su merecido” no abona tanto a la pena de prisión, pero sí a la restitución de lo substraído que implica la reparación del daño y sus consecuencias: la reintegración social del que ha ofendido, el encuentro entre las partes, el reaseguro a la comunidad de que la situación no volverá a repetirse, el reconocimiento y la reconciliación, así como la compensación a las víctimas.

Si el primer paso es la restitución de lo que se llevaron los políticos ladrones o la “mafia en el poder” como le llama Andrés Manuel, seguramente muchos mexicanos estaremos de acuerdo en que la Legislatura Federal  y las de las entidades federativas les otorguen la amnistía. De otro modo, la postura del líder de Morena se verá sólo como una lastimosa declinación de principios en  aras de alcanzar a toda costa el poder presidencial.

Hay coincidencia que los dos problemas más graves por los que atraviesa el país son la corrupción y la inseguridad, inclusive primero la corrupción, porque en muchos casos es causa determinante del segundo.

Es patético el caso del Estado de Veracruz, donde dos vivales: el gobernador saliente y el gobernador entrante parecen gritarse en reciprocidad:“ al ladrón, agarren al ladrón” y lo tragicómico es que en esa acusación recíproca ambos tienen razón.

También hay coincidencia en la necesidad de que quienes abusaron del desvío de recursos públicos, reintegren lo desviado. No hay ánimo de venganza, pero sí de justicia, sobre todo si hablamos de justicia social.

Por eso, no coincido con Andrés Manuel, ya que él no puede perdonar por lo que son recursos económicos que pertenecen al pueblo de México, ni aún cuando fuera el Presidente de México.

20 de agosto 2016.

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