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La liquidez política mexicana
Sabino Luévano

Zygmunt Bauman, en su obra Modernidad Líquida (2002), propone que en el siglo XX ocurrió un movimiento tanto en el imaginario como en la realidad económica y cultural de las sociedades occidentales, que devino, paulatinamente, de una solidez caracterizada por la fábrica fordeana y su estatus casi inamovible, al capital de hoy y su gran capacidad de movimiento. Las costumbres, bajo este contexto de liquidez, de igual forma se han volatilizado, desde el amor de Tinder hasta el empleo, pareciera que eso que creíamos inamovible -la familia, el trabajo, una pensión- se vuelve cada día más voluble.
Creo que esta metáfora, la de la liquidez, es muy elocuente si la activamos haciendo un breve análisis de la política mexicana desde la transición. Vayamos por partes; primero el PRI se escinde en 1986 y se forma el PRD como partido de izquierda. Después supuestos elementos más izquierdistas escinden el PRD y forman MORENA en el 2014. Recientemente, Margarita Zavala rompe con el PAN, en el que militó por más de 30 años, para competir como “independiente”. En Zacatecas hemos vivido un caso todavía más líquido; un gobernador que era del PRI, se va al PRD, luego al PT, después a MORENA y cuando no ganó una elección interna, amenazó con irse quién sabe a dónde.
El caso es que parece que en nuestro país, a diferencia de Argentina, Chile, Colombia y otros países del Cono Sur, no existe un compromiso ideológico claro entre doctrina política e individuo. El origen de tamaña liquidez fue la cultura política que instauró el PRI, que no se basaba tanto en los compromisos ideológicos, sino en la perpetuación de una estructura funcionalista, corporativa, clientelar y tremendamente corrupta donde lo que importaba no era tanto las ideas del individuo, sino su posición en una compleja red de compadrazgos, cacicazgos, lealtades, hermandades y complicidades. Esta herencia, aunque con muchos focos de resistencia, se ha mantenido en el actual sistema de partidos mexicanos, atrapado en un régimen de estatus pre-moderno basado en la costumbre y no en el régimen de derecho contractual, basado en el respeto a la ley. Una solución realista al travestismo oportunista político mexicano, sería impulsar candidaturas ciudadanas. Sin embargo, esta solución, como hemos visto recientemente, también tiene sus problemas. El Bronco sería ese problema: un señor que no es tan Bronco, sino que vivió toda su vida del PRI y sigue manteniendo lealtades a ciertas personas y camarillas, tanto políticas como empresariales. A ese nivel ha llegado la perversión de la liquidez política mexicana; a condicionar lo que podría parecer su solución.

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