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Sociedad adulta

En el 2017, Estados Unidos tuvo probablemente la elección más bizarra en su historia. Nadie, ni siquiera Trump, pensó que podía ganar la elección. Y en términos de votos, no la ganó, pero el sistema electoral de Estados Unidos no es directo, como el mexicano, sino que se basa en delegados y un colegio electoral.

Como mexicano viviendo en Estados Unidos, el 2017 no fue el mejor año. No olvidemos cómo empezó la campaña Trump, cuál fue su frase inaugural; un ataque a la masculinidad mexicana, el ataque que el hombre blanco siempre ha hecho al hombre no blanco al concebirlo como amenaza criminal a través de la difamación sexual.

En general, la sociedad estadounidense vivió una de las polarizaciones más profundas en su historia política. No fue un proceso electoral normal ni una elección normal. Tampoco se eligió a un presidente tradicional. El día que dieron los resultados millones de estadounidenses tuvieron insomnio y despertaron con resaca política. Pululaban noticias de familias y comunidades extremadamente divididas. Hablé con mis estudiantes. La mayoría estaban decepcionados. Una me dijo que lo primero que hizo, cuando se destapó al ganador, fue eliminar de Facebook a todos los que habían votado por el republicano, incluyendo a varios miembros de su familia.

En México, en esta elección, hay cierta polarización, pero no es, ni de lejos, tan profunda como la que vivió Estados Unidos. Creo que casi toda mi familia votará por AMLO, y no ha habido ningún tipo de fricción anormal por eso. También la mayoría de mis amistades votarán por AMLO, y me siguen y les sigo hablando de la misma manera. Hay algunas elementos fanáticos en la sociedad mexicana, pero quisiera creer que son la minoría. Al parecer los mexicanos de a pie, dentro de las diferencias, nos estamos tolerando, lo cual es lo mejor que le puede pasar a una sociedad democrática. Algunas diferencias ideológicas no tienen por qué romper amistades o envilecer familias. Un país donde todos pensáramos igual sería aburridísimo y hasta contraproducente. En lo personal, me gusta tener amigos que no en todo piensan como yo. Y disfruto tener conversaciones subidas de todo, incluso insultarnos un poquito y llamarnos "pendejo" y cosas así. Pero hasta ahí: votar o no por alguien no define toda nuestra complejidad humana. En mi experiencia personal, he conocido liberales, conservadores, centristas y extremistas con todo tipo de cualidades humanas. Cuando era adolescente, fui rojo y pensé que los conservadores eran enemigos de México y personas eminentemente diabólicas. Es normal pasar por este proceso de conciencia. Luego, con la experiencia de conocer a tantos especímenes políticos, uno se va dando cuenta que el asunto no es tan sencillo, que el mundo no es una colección de buenos y malos, de ciegos e iluminados, sino que existen amplias zonas grises de difícil definición. Por eso decidí irme más al centro, intentar prudencia, no juzgar con una televisión en blanco y negro, sino darle la bienvenida a los colores.

Ahora lo que sigue es ver si la élite política mexicana demuestra, por fin, la misma tolerancia y madurez que la sociedad. No podemos tener una sociedad tolerante con un gobierno tramposo e intolerante. En lo general, parece que esta elección es menos envilecida que la de Salinas, Calderón y Peña Nieto. La mala leche, el mal rollo y la guerra sucia no son buen consejero político ni en la vida personal ni en vida pública cuando tocan los extremos. Ya es momento que el gobierno se comporte como un adulto. Eso espera la sociedad adulta de él.

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