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Sabino Luevano
Historia de la fantástica plaza triangular y el PRI; un ensayo político personal.
Había una vez, en un lugar de Zacatecas de cuyo nombre no quiero acordarme, un niño que tenía una tía enfermera, y la tía enfermera tenía un esposo médico. En esta aldea rural entre las montañas de la sierra madre occidental, había un kínder, una primaria, dos tiendas de abarrotes, una conasupo, una caseta telefónica, una carretera federal con una parada de camión, dos canchas de basquetbol y una de beisbol. Las calles estaban empedradas, lo cual era un progreso, porque en la mayoría de las rancherías vecinas, eran todavía de tierra. No existía un sistema de agua potable, pero la mayoría de la gente tenía un pozo en su casa. Para los que no tenían pozo, existía un venero en el arroyo, al que la gente iba y llenaba sus cántaros y cubetas de agua. También había una iglesia y un billar clausurado. Era el año 1994. La crisis golpeó duro. Los hombres se quedaron sin trabajo y comenzó un éxodo masivo de familias a Estados Unidos. La mayoría de las casas quedaron abandonadas. El rancho se convirtió en una de esas aldeas malditas y fantasmales de Juan Rulfo. El tío médico también se había quedado sin trabajo y pensó abrirse camino hacia el Norte, como todos lo estaban haciendo, pero la tía enfermera se oponía. Ella tenía un puesto de planta en la clínica comunitaria. Con la crisis, el salario había mermado mucho. El marido no encontraba empleo por ningún lado. La única solución era crear su propio consultorio, al fin y al cabo, crisis o no crisis, enfermos siempre habría. Al final, un familiar de Estados Unidos les prestó dinero para empezar el negocio. La idea del tío médico era construir una clínica privada, la primera en la aldea y que hubiese sido aprovechada por alrededor de 15 rancherías aledañas.
Sin embargo, era la época del PRI y la aldea tenía dueño. Una familia, llamémosle Corleone, controlaba la Conasupo y la caseta de teléfono. Cobraban lo que les daba la gana. Así se hicieron ricos. La razón por la que fueron ellos los que tuvieron el privilegio de tener la Consupo y la caseta, fue su relación con el PRI del pueblo.
El tío médico compró un terreno, de forma triangular, frente a la casa de la familia Corleone. Ahí pensaba construir la primer clínica privada del pueblo con el dinero prestado. El tío médico era lo que se llama un emprendedor, un self made man. Había nacido en una familia humilde del Estado de México. Desde niño le gustaba la lectura. Salió la preparatoria con honores y aplicó para la carrera de medicina, en la UNAM. Fue aceptado. Cuando se graduó, se convirtió en el primero de su familia en cursar una carrera universitaria. El gobierno lo envió a hacer sus prácticas a esta aldea, de cuyo nombre, insisto, no quiero acordarme. La tía enfermera, seguramente, al ver su determinación e inteligencia, decidió hacer vida con él. La boda llegó casi al mismo tiempo que la crisis. Pero después de la tormenta, como dice el dicho, llega la calma; los dólares llegaron de Estados Unidos gracias a la solidaridad familiar, y el tío médico pudo quedarse en México y soñar.
Lo que no dice el dicho es que, en un país como México, en realidad la calma casi siempre es temporal. A la familia Corleone no le gustó la idea del tío médico. ¿Por qué no? El escritor piensa que se trataba, simple y llanamente, de esa esa envidia visceral que sienten algunos mexicanos con mucho dinero y poca educación hacia los que no tienen mucho dinero pero les sobre educación. Detestaban al tío médico porque era médico y, encima de todo, tenía cierto carisma en la comunidad. La situación de la clínica fue una oportunidad dorada para que los Corleone demostraran, a través de la ilegalidad y la corrupción, quién mandaba en la aldea.
Cuando el tío médico adquirió el terreno comenzó la construcción de su clínica. Como el dinero era poco, él mismo la hizo de albañil, pero los Corleone comenzaron a derrumbar lo que de día el tío médico construía. Según ellos, ahí, en ese terreno baldío y triangular, tenía que haber una plaza pública y no una clínica. La gente del rancho se reía. Nunca se había visto tamaña cosa: ¿una plaza en la orilla del rancho y de forma triangular, además en un desnivel? Como dice Meade; nombre, unos genios.
La tensión duró un par de semanas. Llegaron enfrentamientos verbales, acoso y tal vez algunos empujones. Los Corleone, al ver que el tío médico era entrón y difícil de intimidar, pasaron a otro nivel de guerra sucia; contactaron al presidente municipal del PRI, que era padrino de la familia Corleone, para que detuviera la construcción. El presidente municipal accedió y comenzó a presionar al tío médico para que vendiera al municipio el dichoso triángulo, o, estilo mafia, se atuviera a las consecuencias. Como las escrituras todavía no estaban a nombre del tío médico, el dueño original decidió vender al municipio para evitarse problemas con el padrino y los Corleone. Le devolvió al médico su dinero y comenzó la construcción de, posiblemente, la única plaza triangular de México a la que se accede por medio de escaleras.
Eso, queridos lectores, ha sido el PRI en los últimos 30 años: una plaza triangular en la orilla de un pueblo.

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