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Miscelánea
DE MEZQUINDADES EN TIEMPOS DE PANDEMIA.
Aquiles González Navarro

Es del conocimiento del pueblo de México que desde hace poco más de un mes, el Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de desastres y Graves Epidemias “Henry Reeve,” envió a nuestro País y a otros que lo requirieron, brigadas de médicos cubanos para ayudar a combatir la pandemia del Covid-19, como parte de las políticas de solidaridad que han caracterizado al hermano país caribeño.
Inmediatamente vino la respuesta tendenciosa y mezquina del Gobierno de Donald Trump, para filtrar la versión de que las brigadas médicas se presentaban en México como labor de espionaje y no de sanidad.
“Creé el león que todos son de su condición”, dice el viejo adagio, porque, si de espionaje hablamos, nos basta con el que desarrollan la agencia Central de Inteligencia CIA, el Comando Norte, el Plan Mérida e incluso la Embajada de los Estados Unidos de Norteamérica y sus consulados a lo largo y ancho de nuestro país.
Resulta que, como consecuencia de la versión trump, algunos intelectuales, grupos políticos y hasta un partido político de derecha, adversarios políticos del Presidente López Obrador, han enfilado sus ataques supuestamente para inhabilitar a la brigada de médicos cubanos y exigir su retorno a la isla, demeritando tan importante como necesaria tarea de los facultativos.
Desde la Revolución Cubana, su gobierno, el que estructuró Fidel Castro Ruz, ha dedicado su escaso presupuesto a la medicina y la investigación científica, al deporte, a la educación y al desarrollo musical, con los resultados que están a la vista en el mundo. La solidaridad va de la mano en ese país, pequeño en su geografía, pero grande en sus convicciones y en su apoyo a las naciones que lo requieran.
En contra de la actitud mezquina, egoísta y de abuso irracional, el capítulo mexicano de la Red en Defensa de la Humanidad, que representa el distinguido maestro universitario y ex -rector, Pablo González Casanova, exige respeto para el trabajo de la brigada “en este crítico momento que atraviesa nuestro país. Su presencia, sin duda refrenda la solidaridad como ternura de los pueblos”. Expresó el el-rector.
PANDEMIA: ANTOLOGIA 6 y última.
LA CRISIS DEL CORONAVIRUS ES UNA OPORTUNIDAD PARA CONSTRUIR OTRO MODELO ECONÓMICO
Por Naomi Klein
Publicado en HuffPost
10 de abril, 2020
Empecemos con un pronóstico: ¿el mundo será mejor o peor después de la crisis del coronavirus?
Podemos aprender mucho de esta emergencia pero no hay ninguna garantía que lo vayamos a hacer. Estoy de acuerdo con Arundhati Roy (escritora y activista india) que hace un par de días escribió que esta fase es como una puerta, caminamos hacia un punto muy diferente del que nos encontrábamos antes. Puede ser mejor a peor, seguramente será diferente, pero como será depende de nosotros. No hago pronósticos. Solo digo que esta es una fase de profunda transformación: estamos cambiando por culpa de esta emergencia. La cuestión es que las estructuras del sistema, ya sea en América o Europa, podrían utilizar esta emergencia para crear más desigualdades e injusticias.
Este virus lo han expandido alrededor del mundo viajeros mayoritariamente ricos que viajan por conferencias o cruceros. Pero, naturalmente, son los pobres, los migrantes, los que serán culpados y los que una vez más pagaran las consecuencias por culpa de xenofobia y del racismo, abocados a aumentar en esta fase de militarización de las fronteras.
Ya lo estamos viendo: las industrias que más contaminan el planeta o las compañías aéreas están utilizando la crisis para conseguir regulaciones más flexibles y favorables para ellos.
Creo que la crisis del coronavirus es una oportunidad para construir otro modelo económico. Todo es posible. Pero la verdad es que el coronavirus no es la única emergencia que estamos combatiendo. La crisis climática también es una emergencia que requiere el mismo tipo de tratamiento que se ha adoptado para el covid-19.
Entonces debemos reconocer esta emergencia pero estar atentos para que no se abuse y se utilice para suspender la democracia, violar los derechos humanos o normalizar la vigilancia de masas, sino para que se utilice para renovar nuestros hospitales, escuelas y, para que nos lleve hacia una transición energética no contaminante, porque la contaminación hace que nuestros cuerpos sean más sensibles a epidemias como el coronavirus.
Una de las cosas más evidentes en Estados Unidos es que los afroamericanos están muriendo más que los blancos. La razón es que viven en las zonas más contaminadas de Estados Unidos, porque las fábricas que más contaminan se construyen en las zonas más pobres del país y, parece que es ahí donde el coronavirus golpea más porque las deficiencias respiratorias son mayores.
LA TIERRA PUEDE DESHACERSE DE NOSOTROS CON LA MAS PEQUEÑA DE SUS CRIATURAS
Por Emanuele Coccia
Publicado en Le Monde
16 de abril, 2020
Frente a la pandemia, la mayoría de los gobiernos han tomado medidas firmes y valientes: nos solo la vida económica se ha detenido en gran medida o se ha visto fuertemente ralentizada, sino que también la vida social pública ha quedado ampliamente interrumpida.
Se ha instado a la población a quedarse en casa: se han prohibido las reuniones, las comidas compartidas, los ritos de amistad y de debate público y el sexo entre desconocidos, pero también los ritos religiosos, políticos y deportivos.
De repente la ciudad ha desaparecido o, mejor dicho, se la han llevado, ha sido sustraída del uso: se presenta ante nosotros como tras un escaparate.
La necesidad de estas medidas está fuera de toda discusión: solo de esta manera seremos capaces de defender a la comunidad. Pero se trata de medidas muy serias. Relegan a toda la población al hogar. Y, sin embargo, no ha habido ningún debate, ningún intercambio ni ningún otro discurso más allá del de la muerte y el miedo, por uno mismo y por los demás.
Es bastante infantil imaginar que se puede mantener a millones de vidas bajo arresto domiciliario únicamente a través de amenazas o difundiendo el miedo a la muerte. No se ha tenido en cuenta la soledad, las angustias y especialmente la violencia que todo espacio domestico oculta y amplifica. En primer lugar experimentamos el hecho de que el hogar no nos protege, no es necesariamente un refugio: también puede matarnos. Podemos morir por exceso de hogar.
Contrariamente a los que nos gustaría imaginar, esta pandemia no es consecuencia de nuestros pecados ecológicos: no es un azote divino que nos envía a la tierra. Es solo la consecuencia del hecho de que toda vida está expuesta a la vida de los otros, que todo cuerpo alberga la vida de otras especies, y es susceptible de ser privado de la vida que lo anima. Por primera vez en mucho tiempo – y a una escala planetaria global- nos hemos topado con algo que es mucho más poderoso que nosotros, y que nos va a dejar paralizados durante meses. Tanto más porque se trata de un virus que es el más ambiguo de los seres que pueblan la tierra, un ser que es incluso difícil calificar de “vivo”: habita en el umbral entre la vida “química” que caracteriza a la materia y la vida biológica, y no alcanzamos a definir si pertenece a la una o a la otra. Es demasiado animado para la química, pero demasiado indeterminado para la biología.
… y estamos cayendo en la cuenta de que la tierra puede deshacerse de nosotros con la más pequeña de sus criaturas. Es muy liberador, por fin nos hemos liberado de esa ilusión de omnipotencia que nos obliga a imaginarnos como el principio y el fin de cualquier acontecimiento planetario.
Incluso una minúscula porción de materia organizada es capaz de amenazarnos. La tierra y su vida no nos necesitan a la hora de imponer órdenes, inventar formas o cambiar de dirección. bolsa a otra, aunque sea de su pantalón.