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Lucila Noemí

En nuestra experiencia de vida, a menudo nos concentramos en mantener nuestro cuerpo, nuestra materia, el personaje que observamos. Dedicamos tiempo y esfuerzo a fortalecer, cuidar y proteger nuestro cuerpo, exigiendo todo para mantenerlo, nutrirlo y resguardarlo, ya que este cuerpo es nuestro vehículo en esta Tierra.

Necesitamos amor, necesitamos ser escuchados, necesitamos apoyo, y a veces tememos que todo esto desaparezca. Pero cuando la realidad que vivimos se basa en nuestras creencias y el guión de la vida nos oprime, es hora de adentrarnos profundamente en nuestras heridas, en nuestro dolor. Esto puede remontarse a nuestro árbol genealógico, nuestra gestación, las heridas de la infancia o las experiencias sexuales que hemos vivido con culpa, asco y miedo.

Es normal sentir miedo y dolor ante la pérdida, y está bien llorar y apoyar a otros en su sufrimiento. Sin embargo, después de esto, es crucial explorar lo que realmente nos duele. Permítele al personaje que hemos construido morir, su mundo y sus cimientos pueden derrumbarse, pero esto es parte de la lección. Adéntrate en el dolor, la muerte y la destrucción.

El miedo proviene de la idea de que el mundo del personaje se desmorone, pero al enfrentarlo, descubrirás las profundidades de la separación, y es en ese momento que encontrarás el amor. Nada puede separarte de nada; seguimos siendo una parte del mismo amor que proviene de la última fuente de la existencia. Nada puede dañarnos ni separarnos.

Así que, suelta, toma consciencia de tu origen, comprende dónde te encuentras en el presente y crea un futuro mejor con plena consciencia. Es hermoso ver cómo todo se recoge en la divinidad. Encuentra y equilibra tus polaridades masculinas y femeninas internas.