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INICIA EL PERIODO DE PRECAMPAÑAS

Por: Isadora Santivañez Ríos

Como un mensaje totalmente significativo y emblemático, el pasado 20 de noviembre dio inicio el proceso electoral más grande de la historia de México e indudablemente el más trascendental, ya que marcará el inicio de una nueva etapa democrática, en el que por primera vez, una mujer será la encargada de llevar las riendas de la Administración Pública en nuestro país.
Con una retórica totalmente revolucionaria, el pasado lunes arrancó el periodo de precampañas, para culminar en el mes de enero y posterior a ello, comenzar con el periodo electoral, aquel que marcará el fin del periodo del Presidente más aceptado por la ciudadanía mexicana, en las últimas décadas.
En el 2024 se elegirán un total de 629 cargos a nivel federal, apostando por una renovación de 128 senadurías, 500 diputaciones federales y la mismísima Presidencia de la República, por lo que los reflectores están totalmente enfocados a la latente necesidad de cubrir todos y cada uno de los pormenores relacionados a este proceso electoral.
Es así como da inicio la etapa política obradorista, la cual continúa posterior al periodo presidencial de Andrés Manuel y está destinada a marcar el rumbo de los próximos 20 años en el desarrollo de México, ya sea de manera positiva o negativa, todo apunta a que será en un sentido negativo, lamentablemente.
El obradorismo es un movimiento que comienza a forjarse de manera similar a la época del llamado Maximato mexicano, en donde una figura representativa, considerada como el líder político y moral de nuestro país, deja el cargo de la Presidencia de la República, sin embargo, sigue siendo quien decide y designa a los próximos Presidentes, quienes deben obedecer al pie de la letra sus postulados e indicaciones.
Evidentemente con el tiempo llegará quien rompa el esquema y busque poner un alto a los designios del patriarca, sin embargo, mientras pueda tener el control político, económico y social de nuestro país, Andrés Manuel lo aprovechará y seguirá llevando las riendas, desde la comodidad de sus aposentos y cubierto con la imagen de la democracia y de la transición del poder.
Esto es altamente preocupante por dos esquemas de luchas históricas que evidentemente darían un retroceso abismal en la consolidación de sus ideales.
La primera sería la lucha democrática, que no garantizaría la designación del pueblo de sus próximos gobernantes y generaría elecciones totalmente alejadas de los preceptos de la transparencia y la democracia electoral.
La segunda sería la lucha feminista, que daría marcha atrás al no consolidar una verdadera representación de las causas de las mujeres, ya que la única y exclusiva razón de que sea una mujer la que ostente el cargo, será debido a que esta puede ser manipulable y manejable, ,es decir, no tendría la capacidad de elegir por cuenta propia, por lo mismo, no ejercería el poder.
El obradorismo puede tener muchos puntos a favor, puede generar la consolidación de un proyecto de Gobierno que garantice estabilidad y continuidad en los principales programas de la administración pública federal, puede consolidar un esquema de políticas públicas bajo principios de corresponsabilidad.
Sin embargo, nada, absolutamente nada vale más que nuestra libertad, nada vale la pena lo suficiente como para santificar y entregar nuestros logros como nación, nada garantiza que el proyecto que se consolide sea el mejor o el más apto.
La realidad es que México no puede darse el lujo de sacrificar su democracia, de entregar sus logros a cambio de migajas, los mexicanos merecemos decidir en libertad y este proceso electoral, podría ser el último en el que unas votaciones libres y secretas sean el medio para lograr una verdadera representatividad.