Psicóloga Maira Gallegos
HERIDAS DE LA INFANCIA; EL CUERPO EMOCIONAL Y SUS NUTRIENTES.
Las heridas emocionales tienden a propagarse a través de los lazos familiares…hasta que alguien consciente detiene el proceso.
Rafael Vídac.
Desde la gestación de los humanos en el vientre se requiere de nutrientes para su desarrollo físico, para que el producto pueda ir creciendo y madurando hasta su nacimiento. No solo necesita de los nutrientes físicos de la madre, también se hace presente el aspecto emocional. Incluso, antes de la gestación influyen los estados emocionales de la madre y del padre. De esto nos habla más a profundidad el tema de proyecto sentido.
Muchas madres pasan por situaciones difíciles durante embarazo. Otras, aparentemente, sin dificultades e incluso felices de su estado. Todas, si excepción, experimentan una serie de emociones propias a los cambios hormonales y hay que agregar las emociones de las situaciones de cada día y de su propia historia. Lo anterior nos remite a la formación de las heridas de la infancia, la base fundamental del cuerpo emocional. Cuando no existen los nutrientes emocionales básicos que debe recibir el bebé en el vientre se dará un dolor de separación. Los nutrientes básicos son el afecto, la pertenencia, y la estructura.
Parte fundamental para el desarrollo sano del bebé en el vientre y durante los primeros siete años de vida son la simbiosis con la madre, el apego a la familia, la protección de los padres, el reconocimiento de la presencia y las necesidades, las caricias, la estructura y los limites en el entorno, lo cual provee esos nutrientes de afecto, pertenencia y estructura.
La carencia de estos nutrientes emocionales y afectivos provocan las heridas de la infancia. Estas heridas no siempre tienen que ver con la falta de amor de los padres o del entorno, sino con la ignorancia de los padres, la incapacidad y falta de conciencia sobre la vulnerabilidad, las necesidades y el proceso de las emociones del niño.
Las heridas emocionales dejan señales en las personas, como si fueran cicatrices no visibles al ojo humano pero que están ahí. Si alguien de niño se sintió abandonado, rechazado o humillado y no ha sanado aún la herida, no puede desarrollar la autoestima, la autoconfianza, el amor y el respeto por si mismo. Por ejemplo, cuando un niño se cae, se rompe un hueso de un dedo y nadie se da cuenta. El dedo seguirá creciendo, pero con una malformación, chueco. Sigue su proceso, pero nunca de modo que normalmente lo haría. Es como aprender a odiarse antes que amarse.
El afecto de los padres a los hijos se demuestra con caricias, amor, respeto por el otro, miradas y pensamientos de aceptación. El amor se expresa con el cuerpo, los ojos y los actos. Alimentarlo cuidarlo y estar pendiente de sus necesidades se realiza con amor. No es solo proveer, eso lo hace cualquier cuidador. El afecto es un lenguaje muy energético y un sentimiento de aceptación e intimidad. Influye en el niño; se transmite a manera de diciplina si se hace con amor o con rechazo. En frases como “si te portas mal ya no te voy a querer” “no te quiero porque te portas mal” el mensaje que se recibe es de rechazo. Así cuando hay rechazo o afecto se reflejará rápidamente. El afecto vincula y acerca. El rechazo aleja y separa. Cuando los niños no son deseados se les está transmitiendo toda la información aún estando en el vientre. Por lo tanto, el bebé lo interioriza y se proyectará de alguna manera en alguna de las etapas de la vida, por lo general con sentimientos de autodestrucción. Conductas de autodestrucción se presentan en las adicciones al alcohol, drogas o pensar en el suicidio.
La necesidad de pertenencia existe desde tiempos primitivos, necesidad de sentirse parte de algo, de un clan familiar. El clan es el que brinda la protección para seguir sobreviviendo. Los miembros que se quedaban solos o fuera del clan en épocas primitivas tenían mayores riesgos, expuestos a más peligros y por lo tanto a morir. Nuestra naturaleza es buscar la supervivencia. Que el clan permanezca. Se necesita ser parte de una sociedad, de un país, de una familia. Se pertenece mediante muchos aspectos, como la música o el pensamiento. Pertenecer es compartir una identidad o raíces, lo que genera un sano orgullo y visión colectiva. Esto se desarrolla gracias a la presencia constante y predecible de los padres. Las necesidades básicas son proporciona por el hogar, la habitación, la familia y los amigos. Todo lo anterior genera lazos de unidad con el ambiente exterior.
Los niños que no tienen claro quiénes son sus padres se sienten rechazados o les puede avergonzar la madre; se sienten separados, como en una soledad interna. A la larga, se dificulta la creación de una familia propia, trabajar en grupos o comunidad, sentir amor por los otros y por la vida.
La estructura la proporciona la familia respecto a los limites y el orden, las reglas, los hábitos y los horarios. Esto es parte fundamental que crea la personalidad del niño, su propia independencia e identidad. Si esto se aprende en casa se traslada a la vida. Las reglas y el orden dan seguridad personal. Significa que no se tiene que estar a la defensiva y protegiéndose de todos o de los peligros que se puedan presentar. La ausencia de reglas desestructura la personalidad. Aunque si se presentan en exceso generan enojo hacia la autoridad y si la persona no sabe seguirlas se puede desarrollar una personalidad sociópata, o se presentan dificultades para empezar y terminar lo que se proponen. Quienes abandonan los proyectos son personalidades que carecen de estructura, constancia y permanencia. El abandono en la infancia genera la desestructura y la no autoridad interna y externa. Padres que no ponen limites contribuyen al abandono, fomentando personalidades sin respeto por los otros, por la vida y por la propia persona en los hijos.
De todo lo anterior se generan las personalidades con los respectivos tipos de heridas: rechazo, abandono, traición, injusticia y humillación.
Sobre estos tres aspectos de la nutrición emocional se concluye con la siguiente frase de Anamar Orihuela: afecto sin límites, igual a perdedor; límites sin afecto, igual a tirano; afecto y límites sin pertenencia igual a éxito sin amor por lo colectivo.
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