Julieta del Río
El cuidado de los datos personales ante las llamadas extranjeras
En días recientes, hemos visto un repunte alarmante en un tipo de fraude telefónico que, aunque no es nuevo, se ha modernizado de manera preocupante. Se trata del esquema conocido como “Wangiri”, que en japonés significa “una llamada y cortar”. El modus operandi es simple: los delincuentes realizan llamadas perdidas desde números internacionales —Reino Unido, Estados Unidos y otros países— para provocar curiosidad y hacer que las personas regresen la llamada. Esa sola acción puede generar cargos elevados o abrir una puerta a nuevas formas de extorsión.
Lo verdaderamente inquietante no es solo la técnica, sino el contexto en el que ocurre: una era marcada por el uso desmedido de nuestros datos personales, muchas veces sin nuestro conocimiento ni consentimiento.
Como ex comisionada del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), no puedo dejar de subrayar que el origen de muchas de estas llamadas fraudulentas está en la filtración o el uso indebido de bases de datos.
Nadie puede marcar al azar millones de números celulares con tanta precisión. Esto evidencia un punto crítico: nuestros datos ya han sido comprometidos en más de una ocasión, y si no se actúa con firmeza, la situación puede agravarse.
La protección de los datos personales no es solo una responsabilidad del Estado o de las empresas que los resguardan. También es un deber ciudadano. Cada vez que proporcionamos nuestro número celular para participar en sorteos, descargar aplicaciones o hacer compras en línea, estamos potencialmente alimentando un ecosistema de datos que puede terminar en manos equivocadas.
Debemos pensar dos veces antes de proporcionar nuestra información y es importante que no si recibes una llamada sospechosa, repórtala a tu operador móvil. Recuerda que también puedes solicitar a cualquier empresa que te informe cómo usa tus datos, y pedir que los elimine o deje de usarlos.
Los fraudes telefónicos ya no distinguen fronteras, pero sí distinguen entre ciudadanos informados y vulnerables. Que no nos sorprenda el timbre de un número internacional: que nos encuentre preparados.
La educación digital es clave para hacer frente a estas nuevas formas de fraude. No basta con saber que el “Wangiri” existe; es necesario comprender cómo operan estas redes y cómo pueden explotar nuestras acciones más cotidianas, como devolver una llamada o hacer clic en un enlace desconocido.
Desde casa, en las escuelas y a través de campañas públicas, debemos impulsar una cultura de prevención que permita identificar señales de alerta y actuar de manera informada. La alfabetización digital ya no es opcional: es una herramienta esencial de autoprotección en un entorno cada vez más expuesto a riesgos virtuales.