CANSANCIO, AGOTAMIENTO Y DESGASTE.
Maira Gallegos
En un mundo tan cambiante encontramos que la flexibilidad, la posibilidad de adaptarse al cambio es más importante que la experiencia.
Daniel Goleman.
La única forma de hacer un gran trabajo es amar lo que haces.
Steve Jobs.
Es común escuchar a personas decir ¡Ya no puedo más! Sienten que las emociones y presiones frente a la gran cantidad de compromisos que han adquirido en el día a día van a estallar. El ¡No puedo!, en las personas que lo utilizan con regularidad revela una dependencia hacia la demás gente. Algo parecido al “solo no lo puedo lograr”, “necesito que me ayuden” etc. Estos solo son pensamientos, pero es interesante preguntarse que lleva a una persona a pensar así. ¿Por qué llegan a creer que el otro debe de darle lo que no tiene y hacer por él o ella lo que no puede? La psicología lo llama Síndrome de la indefensión, término acuñado por el psicólogo estadounidense Martin Seligman. Este consiste en que cuando una persona trata de hacer algo y no puede, y no puede y no puede, se activa la indefensión y el resultado es esta declaración que muchas veces se hace costumbre para unos y se vuelve una declaración constante. Muchos de los que tienen depresión y sienten una tristeza profunda tienen este síndrome.
A la hora de realizar alguna actividad suele ocurrir que a la primera vez que se intenta no se logra. Se intenta una segunda y una tercera y aún no es posible. Entonces, este pensamiento ataca (el “no puedo”), lo que produce una impotencia a la hora de enfrentar el siguiente desafío. Se han realizado experimentos en el ámbito educativo que dan muestra en relación a actividades con palabras fáciles y difíciles. Estos experimentos se pueden encontrar en la Internet. Cuando resulta ser más difícil la actividad, en la siguiente ya se tiene un bloqueo mental. En algunas cosas no se progresa en situaciones de vida como se espera o de acuerdo a determinadas expectativas; por ejemplo, a la hora de conseguir pareja o estudiar lo que se deseaba. Entonces, aunque algo llegue fácil después, ya existe una especie de chip y se piensa que ¡no se puede hacer!
En muchas ocasiones, desde pequeños los padres decían “no puedes hacer esto o aquello”, y esto se convierte en una creencia arraigada que en la actualidad a muchos adultos les impide desafiarse a sí mismos. Parte de recuperar dignidad humana esta en la renuncia a la indefensión, es decir, saber qué, aunque antes no podíamos o no se era capaz de hacer alguna cosa. Lo anterior se puede ir logrando al observar hacia el interior de sí mismo, descubrir de qué si hemos sido capaces. Se tiene que ver la vida con base en los logros, en dirección hacia arriba, como si estuviéramos construyendo una casa, bloque por bloque, en todas las áreas: la familia, las finanzas, la salud, el cuerpo, el crecimiento, etc. Primero es necesario que lo veamos en nuestro interior para poder verlo afuera.
Por otro lado, la acumulación de situaciones, presiones, estrés, desgaste emocional y aguantar a personas “toxicas” alrededor, causa esa sensación de “no poder más”. En nuestro interior están todas las capacidades que se necesitan para realizar los desafíos o las oportunidades que nos presenta la vida. Aunque es necesario observar de manera tranquila, cuáles son las posibilidades para lograrlo y estudiarlas. Y mientras esto se realiza, cuidarse de no acumular. Por ejemplo: en la ansiedad se pueden sufrir ataques de pánico, sentir que se muere, asfixia y mareos, entre otros síntomas. La ansiedad tiene un origen y supongamos que es el caso de una mujer que está en una relación donde la pareja es un hombre maltratador, violento y celoso. En la guerra, el cuerpo se acostumbra a la tensión, se adapta y no siente nada. Los que hacen maratones no se dan cuenta de que corren bajo esfuerzo. Una vez que la persona sale de la situación el cuerpo siente el cansancio y los músculos duelen. A esta mujer maltratada, el final de la relación, el cuerpo le muestra lo que se había acumulado durante años con una ansiedad.
El hombre maltratador, a su vez, acumuló rabia durante muchos años y en otras áreas de su vida sin darse cuenta. Personas que dicen no enojarse, pero cuando se enojan explotan: en realidad son personas que se enojan muchas veces y se contienen sin darse cuenta, entonces van guardando y guardando, hasta que “de repente” explotan o el cuerpo les cobra factura enfermándose. Acumular también desgasta.
Las personas que están desgastadas, por lo común dejan o abandonan todo, de un día para otro. En lugar de pensar como recuperarse, elijen dejar las actividades. Si lo hacen (se recuperan) se volverán a enfermar mientras no aprendan a resolver el problema: aprender a no acumular. Es necesario también aprender a no acumular con la gente, a no desgastarnos, con las tareas, con las presiones, con la familia, solo para poder y saber disfrutar lo que hay en la vida.
Ya se mencionaron dos connotaciones respecto al pensamiento o sensación de ¡No puedo más! Por lo que es importante mencionar que se puede hacer para mejorar la calidad de vida, ya que el estrés y desgaste emocional pueden colocar a la persona en una sensación de inseguridad e incertidumbre, y afecta en muchas áreas de la vida.
Aprender a adaptarse: significa ser flexibles, acomodarse al contexto donde debemos desarrollarnos para así poder avanzar sin detenerse. Las personas rígidas rápido se quiebran. Hay que entender que los escenarios cambian. Los cambios existen, todo en la vida es cambio. Hay que adaptarse para evitar el desgaste de la resistencia. En algún momento a todos nos van a cambiar los planes de última hora. Pero no hay que olvidar el objetivo propio, no postergar el propio deseo. No es lo mismo ceder que acumular. El ceder permite adaptarse sin dejar de lado el objetivo, por ejemplo: no importa que comamos si el objetivo es pasar un buen momento conviviendo. Acumular es aguantar: por ejemplo, las mujeres que se dejan en último plano o hasta el final, ayudan a todos y hacen todo por todos y nunca nadie hace por ellas, ni ellas mismas. En esto, falta un objetivo en la conducta.
Supervisar: en la biblia se menciona que Dios creó el mundo en seis días y el séptimo descansó. Pero al final de cada uno de los días él supervisaba su creación y al ver que era bueno seguía creando. Claro, pues es Dios. Se refiere a que no hay que confiarse cuando se piensa que ya todo esta yendo bien. “Al ojo del amo engorda el caballo”. Apenas se note que algo pueda (en probabilidad o margen no muy alto) alterar la situación, la salud, etc., hay que poner atención. Supervisar periódicamente permite que mirar hacia atrás proporcione esa sensación de logro alcanzado, pues ver que todo ha salido bien da fuerza y seguridad para ir por nuevos desafíos sin desgastar las emociones y el cuerpo.
Priorizar: significa darle orden de manera lógica a lo que se tiene que hacer. Primero esto, luego aquello, al final lo otro. Supervisar cada cosa permite priorizar y evitar el desgaste. Se puede estar cansado, pero no desgastado. El desgaste provoca “no querer saber nada más” y acumula mucha frustración. Se necesita saber cuándo descansar, cuándo comer, cuándo dormir y así cuidar el cuerpo y las emociones.
Hablarse positivamente: detener los pensamientos negativos sobre sí mismos y sobre las situaciones en las que estamos viviendo. Los pensamientos negativos vienen del miedo que se tiene de no poder lograr o no ser suficientes. Los maratonistas, deportistas y grandes jugadores, antes de salir a jugar o correr hacen precalentamiento. Entonces, antes de comenzar el día o de realizar alguna actividad hay que hacer declaraciones positivas porque ayudan como preparación a tu mente (de alguna forma estás programando a tu mente). No se trata de negar lo malo que pasa, sino de transformarlo. De todo lo malo hay algo bueno; de todo lo negativo hay un positivo; delante de un plan pequeño hay uno grande. Lo que se tiene que dejar o soltar es menos importante que la motivación interna para hacerle frente a lo que viene y esta forma de percibir el mundo permite gozar de una mejor calidad de vida emocional, afectiva y físicamente.



